Para muchos, Halloween es sinónimo de «americanada», de algo similar a la Coca-Cola, de una moda que ha trascendido de Estados Unidos para sustituir nuestra víspera de Todos los Santos. Así, muchos católicos y progres (en su gran mayoría americanófobos) se oponen, por un lado, a perder nuestras tradiciones y por otro, a ceder un poco más ante la superpotencia mundial que trata de someternos a todos. Nadas más lejos, vamos a informarnos un poco sobre esta noche tan peculiar, porque en este caso, fue antes la gallina que el huevo.
Halloween, es una contracción de la frase anglosajona «All Hallows Even» (Víspera del Día de Todos los Santos), y de ahí que haya dado pie a cierta confusión, ya que la palabra hace alusión a la festividad Católica, pero que guarda en su trasfondo un ritual pagano, el de la festividad Celta del fin de año, el Samhain.
El Samhain era el día en que se celebraba el fin de año Celta, 40 días después del equinoccio de otoño, que suele coincidir con el 31 de octubre o el 1 de noviembre. En este día comenzaba la estación oscura y terminaban los días luminosos (de hecho la palabra Samhain significa fin del verano en irlandés antiguo). Para los antiguos celtas, que no poseían el privilegio de alargar las noches de invierno con luz artificial como nosotros, este pasaje, esta transición estacional, estaba revestido de simbolismo. Creían que en estos días la línea que separaba el más allá del más acá se hacía tan fina que los espíritus de los muertos podían atravesarla, tanto de los antepasados queridos como de ciertos espíritus malignos. Dada esta creencia, mantenían hogueras encendidas y se disfrazaban de criaturas de aspecto tenebroso para así confundir a los «verdaderos» seres malignos que se colaban a través de ese puente dimensional. No se disfrazaban para venerar al diablo y sus huestes, como muchos piensan, sino a modo de protección simbólica ante dichos entes.
Bien, esta festividad se cree que fue celebrada en Europa (en las tierras que habitaban los Celtas) desde hace más de 3000 años. La iglesia católica, en su afán por perseguir y destruir el paganismo, en el siglo VII sustituyó la festividad del Día de Todos los Santos, que hasta entonces se celebraba el 13 de mayo, al 1 de noviembre, para, por un lado dotarla de simbolismo astronómico (asociar los días oscuros y el final del verano con la muerte y los difuntos) y por otro el de eliminar las festividades paganas transformándolas en cristianas; arte que fueron refinando a lo largo de los siglos y que llegó a su apogeo en el siglo XV con la persecución de las brujas.
De este modo, la festividad pagana original, el Samhain se pudo preservar en algunos lugares tradicionalmente muy Celtas, pero revestidos ya con la palabra y la idea de «Todos los Santos» (All Hallows). En el siglo XIX, inmigrantes irlandeses propagaron esta festividad en el Nuevo Mundo, y tuvo una gran acogida, pero no es hasta mediados del siglo XX cuando se celebra masivamente, con la explotación comercial que la caracteriza. Disfraces para los niños, calabazas sonrientes con velas dentro (Jack-o’-lantern), la famosa frase de «truco o trato», los dulces típicos, etc.
En España esta festividad es «reciente», pero hay que recordar que gran parte de España fue Celta, y que seguramente el Samhain fue celebrado por nuestros antepasados. Así que todos aquellos que se indignan y se alarman por permitir que los yanquis nos contaminen con su cultura, tal vez deberían mirar un poco hacia el pasado. Y también, por qué no, aprender a ser un poco más tolerantes. Los niños se lo pasan en grande con los disfraces, los jóvenes se corren una buena juerga a costa del Jalogüin, y los comerciantes se frotan las manos estos días… Los católicos pueden, al día siguiente, seguir honrando a sus muertos sin que nadie les moleste y el mundo seguirá girando alrededor del Sol, produciendo cada año nuevas estaciones y nuevos rituales.
