Firefly: el perfecto western futurista (I)

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Nathan Fillion en Firefly

Antes de hablar de Firefly hay que hablar de su creador, Joss Whedon. El ahora venerado creador del UCM (Universo Cinematográfico de Marvel), director de Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) y su secuela, y mente creativa de las Fases 1 y 2 del UCM, comenzó en la televisión con series muy conocidas que rozaron el ser el divertimento definitivo como Buffy Cazavampiros y su spin-off, Ángel, y otras menos conocidas como Dollhouse, que sin embargo logró el beneplácito de la crítica. Entre ellas, Whedon consiguió sacar adelante su obra más famosa en televisión, un perfecto western futurista, el mejor ejemplo de que la televisión podía aspirar a ser algo más que la caja tonta.

Tras triunfar con sus dos series vampíricas, Whedon, a través de su productora Mutant Enemy Production, creó, escribió y dirigió Firefly, con el apoyo de FOX. En uno de mis primeros artículos mencioné que FOX, además de ser un pésimo programador, es un verdugo implacable a la hora de sentenciar o no una serie. El western futurista de Whedon, muy bien anunciado y publicitado, quedó enclavado en las noches de FOX compitiendo de tú a tú con las retransmisiones rivales de fútbol americano en plena Super Bowl, y eso fue la crónica de una muerte anunciada. Tras su cancelación con sólo once de sus catorce episodios emitidos, la serie fue un éxito de crítica y, a posteriori, de público, que arrasó con ella en su salida en DVD. Eso, su fama creciente con los años y las presiones de los fans, llevaron a la realización de una película a modo de secuela con el fin de cerrar las tramas abiertas en el último episodio de la serie, Serenity (id, Joss Whedon, 2005), de la que hablaremos en la segunda parte de este análisis.

La serie se ubica en el año 2517, tras llegar los humanos a un nuevo sistema estelar, y cuenta las aventuras de la tripulación de renegados de Serenity, una nave espacial clase Firefly. Tras ganar la Guerra de Unificación, la Alianza (EEUU y China mezclados) gobierna con férreo control la galaxia, siendo los planetas centrales los más avanzados y los exteriores meras colonias más cercanas al Salvaje Oeste que a un mundo futuro.

Nave de clase Firefly

Firefly no es ninguna maravilla con severas reflexiones existenciales ni posee una historia que te atrape y no te suelte hasta el final, pero tiene lo que todo el mundo querría para una serie: es ágil, dinámica, con unos personajes poderosísimos y una trama rápida y sencilla de atrapar. Es más, casi parece un western clásico, con una historia por capítulo, aunque con las variaciones naturales de cualquier serie moderna, pues los personajes se desarrollan capítulo a capítulo y hay una gran trama planeando sobre el conjunto. Su mayor virtud recae en dos cosas muy sencillas pero que pocas series logran siquiera aprobar: su tono y su reparto.

El tono de Firefly es plural, hay espacio para todo, desde peleas en bares al más puro estilo old western hasta combates donde los efectos especiales pueden lucir en todo su esplendor (ojo, CGI televisivo del 2002, tampoco pidamos el oro y el moro). Largos diálogos donde el peligro se palpa y jocosos chascarrillos cuando se burla a la muerte. Aquí hay de todo.

Malcolm Reynolds

Y hay espacio para todo porque detrás hay un reparto que lo borda. ¿Habéis visto alguna vez una serie o una película donde un actor ES el personaje y se luce pero luego en cualquier otra producción os dais cuenta de que es un actor mediocre? Eso es lo que encontramos en Firefly, actores desconocidos o semi-desconocidos (por mucho que haya otros actores como Christina Hendricks o Zac Efron en papeles secundarios o cameos) que hacen suyo su personaje y no los ves con otros rostros. El miembro del reparto más conocido es precisamente el protagonista, Nathan Fillion, que da vida a un Malcolm Reynolds heredero de los mejores héroes de acción de los 80, pero que además ha entrado ya en la historia audiovisual por ser uno de ellos. En este difunto año 2014 hemos visto el estreno de todo un pelotazo como Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, James Gunn, 2014), donde un Chris Pratt reciclado en héroe ochentero nos ha entregado a un Star-Lord que podría ser perfectamente el nuevo Han Solo. Pues antes de Star-Lord, estuvo Malcolm Reynolds, más Indiana Jones que Solo, y aún así perfectamente genial. Nathan Fillion, que ahora parece que se ha comido a su antiguo yo para adoptar la forma fofa y redondeada que posee ahora, podría haber sido perfectamente el nuevo héroe de acción, aunque Hollywood lo desaprovechó. Es más, cuando se anunció la película que adaptaría la saga de videojuegos Uncharted, los fans más acérrimos del juego exigieron a Fillion para el papel en lo que habría sido una de las mejores decisiones de cástings del mundo; obviamente, esa decisión nunca se llevó a cabo.

En definitiva, Firefly es un entretenimiento de primera, que combina de una manera espectacular el western con la space opera, que nos otorga un reparto inspiradísimo, un personaje principal memorable y una satisfacción en el cuerpo por estar viendo un hito en la televisión moderna.

Archivado en Firefly, FOX, Joss Whedon, Serenity, Space opera, Western
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