“Las correcciones” de Jonathan Franzen… incorregibles

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Las obsesiones. Si te pica te rascas, cuando un autor te pone sus manos en el cuello, y aprieta, no tienes escapatoria, viajas a su mundo, lees todos los libros con su firma que caen en tus manos. Devoré “Libertad” encadenado, y decían que “Las correcciones” era su obra cumbre, así que no tuve más remedio que excavar un túnel hasta la librería más próxima y robar la novela. La crisis. Narra la historia de una familia de clase media estadounidense, los Lambert. El señor Franzen impresiona escarbando en la psicología de los personajes y el complejo mundo de las relaciones humanas y familiares. Un escritor. ¡Siguiente!

Jonathan Franzen

Desempeño mi palabra. Aquí está mi modesta crítica de Las correcciones, unos párrafos que jamás llegarán a los oídos de su autor, y que tampoco nacen con afán de trascender. Cuando Carlos Giron y yo leímos Libertad en Mundos paralelos, lo prometí, es simple, el autor de Illinois me fascinó y quería saber más. Leer más. Estudiar todo lo que ha publicado. Y lo prometido no es deuda, es mucho más importante, no puedes huir en una furgoneta a Australia, lo prometido es una responsabilidad. Las correcciones es la tercera novela del escritor estadounidense Jonathan Franzen, una novela ambiciosa, bien escrita, con sentido del humor, una novela ácida, inteligente, irónica y profunda, un retrato fiel de una familia norteamericana, de sus demencias y excentricidades, una intrincada historia de casi 700 páginas. Te la recomiendo. Y sin embargo…

Novela americana

Tengo dos enmiendas a la totalidad. Una. Se parece demasiado a Libertad, o Libertad se parece demasiado a Las correcciones, ya que es posterior. Una familia media americana que se despierta cada mañana escuchando en la radio las mismas noticias que tú y yo. No son los Berglund, son los Lambert. Depresiones, postureo, competiciones insanas entre seres queridos, egoísmo con sangre en el ojo, gente optimista que se involucra en la comunidad, broncas entre padres e hijos…

Y dos. La trama no es gran cosa, no. Es un libro que habla de las relaciones humanas… sin tapujos, desnudando las miserias de cada persona, no esperes un tesoro en una isla o un arca perdida. No esperes un Supermán. Lo importante no es el qué, sino el cómo; el por qué; el dónde; el quiénes. He oído que hablaban de hacer una serie, o una película… pues no veo a Errol Flynn de protagonista.

Las correcciones está narrada usando la técnica del estilo indirecto libre. Reproduce la conciencia del personaje a través de un narrador en tercera persona y en pasado, pero de todas formas, se respeta y se utiliza la voz del personaje (vocabulario, gramática, tono, lógica, etc.). Además, se suprimen las acotaciones (“pensó”, “se dijo”, “se preguntó”, etc.). Curioso, ¿no?

Es la historia de un matrimonio septuagenario y conservador que vive en St. Jude, Alfred y Enid Lambert, y sus tres hijos. Denise, Chip y Gary. Jonathan nos da la mano. Personajes incómodos, que no consiguen que te identifiques de pleno, nuestra empatía no recorre todas sus venas, pero sus debilidades escuecen, y sigues sus desventuras con interés, con los ojos bien abiertos. El narrador va saltando de un personaje a otro, y vas comprendiendo sus motivaciones, sus excusas, pisas las sombras que tratan de ocultar. Entre sus páginas encuentras sentimientos que no salen cada día en la televisión, las ilusiones rotas. El fracaso de no cumplir tus propias expectativas.

Alfred, el otrora orgulloso ingeniero de una compañía ferroviaria y autoritario cabeza de familia, sufre Párkinson y una demencia progresiva que le provoca alucinaciones, está perdiendo el mando día a día. De su familia, de su cuerpo y de su mente. Se encierra en el sótano, sentado en su viejo sofá. Enid no es feliz. Un ama de casa puntillosa que se abraza a las tradiciones y que echó los huevos en una cesta muy cómoda. Ahora abre el paraguas para juntar a su familia las últimas Navidades. Chip, el primogénito, el intelectual, es expulsado de la universidad en la que impartía clases por tener relaciones sexuales con una alumna, y tras fracasar como guionista de cine, emprende rumbo a Lituania junto a su doble, Gitanas, el exmarido de su exnovia, allí organizará una página web que tiene la higiénica intención de timar a inversores norteamericanos. Denise es una cocinera con talento y equilibrada, pese a dormir en una cama demasiado grande. Y Gary es el clásico triunfador, un yuppie vicepresidente de un banco que mira a todos por encima del hombro, cuando debería levantar las alfombras de su propia casa. Un matrimonio aterrador. Parece que todos están abocados a ingresar en el club de las relaciones sentimentales autodestructivas y sin futuro.

Sorprendió mucho a Chip la similitud que percibía, en términos generales, entre el mercado negro de Lituania y el mercado libre de los Estados Unidos. En ambos países, la riqueza se concentraba en manos de unos pocos.

Las correcciones

La vida tiene momentos duros, no todos los días el Barça gana 5-0 al Real Madrid, la frustraciones y los conflictos nos atacan con cuatro delanteros y no tenemos defensas. Lo que necesitas es una flor en el cañón de la escopeta. El escritor de Las correcciones es libre para hablar de la pena de muerte, del racismo, del sindicalismo en EE. UU… y sobre todo, del relámpago invisible que nos despierta descolocados, los padres dejan de cuidar a los hijos y son los hijos los que se deben ocupar de sus padres. Eres adulto, no te escondas. No existe el destino, eres tú quien debe elegir y crear tu futuro para ser feliz.

En la cara

Franzen aguanta la respiración unos segundos para después criticar sin piedad los peligros de una economía basada en la especulación bursátil, que no se sostiene sobre nada real, ¡y se publicó en el año 2001! Censura el egoísmo, la falta de empatía y altruismo, la imposición de pautas y principios arbitrarios, nos reprocha que no aceptamos a los demás como son en realidad. Las famosas correcciones del título. Las que nos hacemos a nosotros mismos, las que nos quieren imponer desde fuera, nuestros padres o pareja, y las que promovemos, queriendo o sin querer, tú y yo. Correcciones que Chip tiene que hacer en el guion que está escribiendo, correcciones que yo he hecho en este artículo. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado…

¿Por qué deslumbra y enturbia mi mente Jonathan Franzen? ¿Por qué me gusta? ¿Por qué dejo que la ventisca que provocan sus palabras revuelva mi pelo? Por su estilo, su dominio del lenguaje, su sentido de humor ácido e ingenioso, incluso surrealista y escatológico si se da el caso, por esas descripciones psicológicas de los personajes que se alejan de los clichés, por cómo retrata la sociedad que le ha tocado vivir, por ser crudo y carnal, por ser sensible y humano, por elegir protagonistas interesantes. Esos vecinos de tu barrio que te sonríen y a continuación cierran la puerta de su casa suavemente. Jonathan ha puesto cámaras ahí dentro, en la cocina y en las habitaciones. Los desmaquilla, y enseña sus arrugas, su cara oscura, la más patética, sus tormentos y decepciones, sus portazos… y aun así, cuando abren las ventanas, nos empuja a quererlos. Se parecen a…

Tenía que decirle, mientras aún estaba a tiempo, lo mal que lo había hecho él y lo bien que lo había hecho ella. Lo mal que había hecho no queriéndola más, lo mal que había hecho no tratándola con cariño y no aprovechando todas las oportunidades para tener relaciones sexuales con ella, lo mal que había hecho no confiando en su instinto financiero, lo mal que había hecho pasando tanto tiempo en el trabajo y tan poco con sus hijos, lo mal que había hecho siendo tan negativo, lo mal que había hecho siendo tan melancólico, lo mal que había hecho escapando de la vida, lo mal que había hecho diciendo una y otra vez que no, en lugar de sí: tenía que decirle todo eso, todos los días, sin faltar uno. Aunque no la escuchara, tenía que decírselo.

¿Para qué tanta corrección?

Archivado en Jonathan Franzen, Las correcciones, Literatura, Novela
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