Todo empieza con una travesura. El gesto del autor, Christophe Paul, está bastante bien logrado. Desde un inicio nada es lo que parece y todo se desencadena mientras una serie de desconocidos se deja deslumbrar por el resplandor de la cúpula dorada de Les Invalides. Acontecida la prematura fatalidad y ya inmersos en las desventura que une a los desconocidos se comienza a delinear la historia: Henri Pichon, Marcel Lambert, Etienne y Valérie deberán pasar un tiempo en el hospital esperando a que el primero despierte de un desafortunado letargo. Pichon ha tenido que dormir para que su vida cobrara un nuevo sentido, vaya mundo. Pero el autor sabe lo que hace:
A veces ciertos acontecimientos permiten ver con más claridad y objetividad algunas cosas a las que estamos acostumbrados por la rutina.
Por otro lado tenemos al director de un importante banco francés, Jean-Philippe Maillard, que tendrá que confiar en su yerno, Pierre-Gabriel de La Valette, para sacar adelante el trabajo que Henri no podrá hacer de momento. Es así como la noticia llega hasta la hija de Mailard, Tash o Natasha, que de pronto ve como el pasado recobra su vieja flama y acude presurosa a ver a aquel con el que todo pudo ser. Diecisiete años pasaron desde el encuentro que marcaría sus vidas, aunque, como suele suceder, los protagonistas no lo sabían en ese momento. La rutina debe romperse para comenzar a ver las piezas que resultan realmente importantes. El coma de Pichon es, por tanto, lo que despierta a todos los personajes.
Poco a poco vamos descubriendo un lenguaje cifrado en rutinas que fueron el único discurso posible durante la separación de Tash y Henri. Pero el amor está acompañado con un perfume peligroso: el del dinero. Pichon ha logrado hacerse de una cantidad indeterminada (pero alta, claro está) de dinero a base de desvíos de céntimos en la operaciones del banco. Un golpe informático ejecutado con la precisión del bisturí. Dinero, mucho dinero y un mapa del tesoro en estado de coma. Quien le encuentre puede disponer de él, pues el diseño del robo es poco menos que perfecto. Nadie va a enterarse. Una tentación semejante es el motor emotivo para la peripecia que anima el libro.
La búsqueda comienza a hacerse cada vez más compleja. Morgane Duchène, amante de Maillard, el detective Hebert Lenoir y algún otro desafortunado, se darán a la tarea de desmarañar la madeja algorítmica de Pichon. Un joven informático que tiene como pequeña gran arma la avaricia de la humanidad para mantenerse con vida y hacer su propia búsqueda: recuperar el tiempo perdido con Tash. Dinero y amor, la mezcla infalible para la audiencia. El final y los detalles los dejo para que el lector los descubra por sí mismo. El libro ofrece un inicio un poco lento, aunque la pluma educada del autor logra mantenerte. Conforme la sangre aparece y el desenlace comienza a vislumbrarse no podréis parar de leer. Aunque el final pueda resultar un poco por debajo de la expectativa generada. Pero eso tendrá que decidirlo cada quien al imaginar, como si de una película se tratase, cada uno de los cuadros que componen el momento de intriga del libro.
Se echa en falta alguna despedida más consistente de los personajes que abren la historia. Parece que se les abandona con suma facilidad. El lenguaje es bastante accesible, mientras que el ritmo, como ya decía, va de lento a vertiginoso con un final abrupto y quizá bastante predecible. En mi experiencia esperaba constantemente algún giro que me dejara con la boca abierta. El corazón late fuerte, eso sí, la emoción está muy bien lograda. Aunque, insisto, parece que hace falta la estocada final, esa que hace que el público se ponga de pie. Prometedor trabajo de Christophe Paul a quien habrá que seguir un poco más de cerca. Una lectura recomendada para quien guste del suspenso bien aderezado con una historia de amor. Al final, el libro es accesible en su versión electrónica por unos cuantos céntimos.