Amparo Rivelles: una estrella de las de antes

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Si en España alguna vez existió algo parecido al “Star System” de la época dorada de Hollywood, Amparo Rivelles sería, sin lugar a dudas, una de sus máximos exponentes. Una actriz de esas que nació en las tablas de algún teatro, como quien dice, ya que tanto sus padres como sus abuelos eran actores. También sus hermanos y sobrinos. Una larga estirpe de intérpretes que triunfaron en todos los registros. Otra estrella que se nos va.

Juan de Orduña, 1943

Al igual que la sangre azul es hereditaria, parece que entre los actores ocurre algo parecido. El amor por la interpretación pasa de padres a hijos creando, en multitud de ocasiones, grandes sagas interminables de artistas, que sobreviven durante generaciones. Amparo Rivelles ya era nieta de actores, José Rivelles y Amparo Guillén, e hija de Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara. Todos ellos destacaban en la escena teatral, justo donde Amparito aprendió el oficio. Su hermano de madre fue Carlos Larrañaga, que falleció el año pasado. También sus sobrinos se dedican al negocio familiar, Amparo Larrañaga y Luis Merlo, que continúan con la saga en la actualidad.

Con quince años se subió a las tablas por primera vez y poco después ya había debutado en el cine, firmando además un contrato en exclusiva con Cifesa, una de las productoras más importante de la época. Durante la década de los 40 fue una de las principales estrellas del panorama cinematográfico nacional. Actuó en películas de éxito como Malvaloca (1942) o Deliciosamente tontos (1943), ambas protagonizadas junto a uno de los mayores galanes de la época, Alfredo Mayo, y adaptaciones teatrales como Eloisa está debajo de un almendro (1943) y Los ladrones somos gente honrada (1942), ambas de Jardiel Poncela.

Hermanos de madre

Su colaboración con el cineasta Rafael Gil dan como resultado algunas de las obras cinematográficas más importantes de sus respectivas carreras y de la historia de nuestro cine, como El clavo (1944), La fe (1947) o La calle sin sol (1948). Os recomiendo, sobre todo, estas tres películas porque son francamente brillantes. Gil no fue, ni mucho menos, el único director con el que Amparó Rivelles trabajó. Ignacio Iquino, José Antonio Nieves Conde y Juan de Orduña fueron otros de los grandes cineastas que explotaron su talento. Con éste último trabajo en dos de sus clásicos sainetes: La leona de Castilla (1951) y Alba de América (1952). También trabajó con Orson Welles en la versión española de Mr. Arkadin. Eso fue antes de viajar a México para interpretar una obra de teatro.

Veinte años duró ese exilio voluntario. Allí, en México, también se convirtió en una gran estrella de cine, teatro y televisión. Destacan sus películas El esqueleto de la señora Morales (1960) y La madrastra (1974) y decenas de telenovelas con las que se ganó el favor del público. De vuelta en España trabajó en las obras teatrales Salvar a los delfines y Anillos para una dama. En 1982, regresó al cine patrio para interpretar La casa de Bernarda Alba y Hay que deshacer la casa (1986), en la que su interpretación le valió su único Premio Goya. Estas son sus obras más destacadas de esta década. Durante los 90 se redujo su participación en cine, trabajando en varias series de televisión como La Regenta y papeles invitados en Farmacia de Guardia o Mir.

En el Teatro Victoria Eugenia

Desde entonces y hasta hasta 2007, su carrera se centró en el teatro. Ella era una de esas actrices adictas a las tablas, de pura cepa. Muchos han podido disfrutar de sus interpretaciones en vivo pero, para los que no hemos tenido el placer, nos queda una gran cantidad de películas y series de televisión donde seguir disfrutando de su talento eternamente. Otra grande del cine español que nos deja. Qué pocos nos quedan. Descanse en paz, Amparito Rivelles.

Archivado en Amparo Rivelles, Cine español, Juan de Orduña, Premios Goya, Rafael Gil
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