Título original: Blue velvet – Año: 1986 – País: EE.UU – Dirección: David Lynch – Guión: David Lynch – Producción: Fred C. Caruso – Fotografía: Frederick Elmes – Música: Angelo Badalamenti – Montaje: Duwayne Dunham – Diseño de producción: Patricia Norris – Decorados: Edward ‘Tantar’ LeViseur – Reparto: Kyle MacLachlan, Isabella Rossellini, Dennis Hopper, Laura Dern, Hope Lange, Dean Stockwell, George Dickerson, Priscilla Pointer, Frances Bay, Jack Harvey, Ken Stovitz, Brad Dourif, Jack Nance, J. Michael Hunter, Dick Green, Fred Pickler, Philip Martket, Leonard Watkins, Moses Gibson, Selden Smith, Peter Carew, Jon Jon Snipes, Angelo Badalamenti, Jean Pierre Viale, Donald Moore, A. Michelle Depland, Michelle Sasser, Katie Reid, Sparky.
El cine de Lynch se ha visto marcado por dos films, Cabeza borradora y El hombre elefante. La monstruosidad, el pretender ocultar lo que resulta anormal, y claro sentido moralista. Se insiste en ambos puntos en esta película. La búsqueda de una verdad que encierra un mundo de pesadilla, va configurándose desde unos planteamientos morales necesarios para poder vivir. El concepto pesadilla – irrealidad que posee el filme se rompe ante una pretendida lección moral.
Esta película se relaciona con el movimiento surrealista, vanguardia artística formada a principios del siglo XX. Cabe recordar que el francés André Bretón redactó el primer manifiesto surrealista (1924) a partir de la evolución del dadaísmo. En su escrito, Bretón destacaba el protagonismo del inconsciente a nivel estético y remitía a la teoría psicoanalítica sobre deseo y sexualidad de Sigmund Freud.
Nuestro protagonista, confiado y feliz ciudadano, el ideal de norteamericano (New Deal), va a realizar un viaje iniciático al reino del mal, al reino de la noche, de los drogadictos, de la corrupción y de la mentira, también de la violencia. Mundo, humano y alejado de la belleza, de la normalidad establecida.
La noche se convierte en la clave de la película. El protagonista se ve atrapado en un mundo de perversión y maldad, donde todo, hasta el amor, es violento, anormal. Es la supremacía del mundo del cuerpo sobre el espíritu. Al final volvemos al principio, ¿todo ha sido un sueño?, ¿una pesadilla? No importa nada, la verdad no tiene sentido. El sentido es explícito. Todo volverá a ser como antes. Las flores crecen, la gente es feliz. Los planos finales están cargados de ironía.
Es un film a medio camino entre el thriller fantástico, el suspense y el terror. Terciopelo azul transmite sentimientos y sensaciones.
En la película el protagonista, Jeffrey (Kyle MacLachlan), regresa a Lumberton tras el accidente sufrido por su padre y se quedará durante algún tiempo. Lynch no duda en incluir la escena en la que Jeffrey visita a su padre, que se encuentra conectado a múltiples máquinas en una imagen tan atroz que invita a pensar lo que vivirá Jeffrey a partir de ahora.
Tras descubrir una oreja entre unos arbustos, llena de hormigas (clara alusión a Buñuel y sobre todo a Dalí) llevarla a la policía y conocer a Sandy (Laura Dern), se encaminará por un mundo en el que conocerá la cara más oscura de este pueblo maderero, descubriendo hechos totalmente inexplicables para él, y para Sandy. Ambos mostraran progresivamente su lógica extrañeza, que en el caso de Jeffrey se convierte en una morbosa curiosidad
La utilización de la luz a lo largo del film sugiere un estado de inconsciencia y de ensueño. Se ha cuidado cada detalle que transfiere una gran teatralidad en la puesta en escena. Esta característica se acentúa con el maquillaje, los movimientos de cámara, la ambientación artificial y llena de contrastes.
El empleo de la música resulta admirable, lo que lleva a decir, que Terciopelo azul es una obra maestra por su portentosa puesta en escena, por encima de lo que cuenta y de los personajes que pueblan el relato, muy atractivos, no obstante.
Pero esto no es fruto de la casualidad, David Lynch ya había experimentado su capacidad visual y expresiva en films anteriores como, El hombre elefante (The Elephant Man, 1980). Es uno de los pocos directores que sabe emplear con enorme criterio expresivo la música, que está muy asociada con la puesta en escena.
Terciopelo azul comienza con la canción Blue Velvet, concluyendo con los últimos versos del mismo tema; en la desmesurada y brillante secuencia en la guarida de Ben (Dean Stockwell), éste canta In Dreams, poco después sonará de nuevo mientras Frank y los suyos dan una paliza a Jeffrey. El empleo del sonido va desde el realismo absoluto, hasta la sensación de desasosiego y misterio que provocan los múltiples objetos del film, pasando por el repulsivo ruido que Frank emite cuando aspira de la bombona de oxígeno.
El dilema de este film es de difícil resolución, entre otras cosas porque Lynch alcanza en algunos momentos dotes sorprendentes en su realización, en otros (algunos insertos en las escenas de violencia o de amor) resultan inconsistentes. Símbolos demasiados facilones (el día es lo bueno; la noche, oscuridad, lo malo) desvirtúan una película cuya peor carta se encierra en un pretendido realismo moralista, que se desentiende del interesante efecto pesadilla-irrealidad.
La marca de Lynch es la fealdad (otro tanto moralista) de sus personajes y ambientes nocturnos y que no conectan con el clima de atracción que se desea ejercer sobre el protagonista. Lynch sigue hablando de monstruos como lo que es: uno de los grandes directores representativos de la monstruosidad.
¿Te resulta dura la película? ¿Creéis que es un buen retrato de la sociedad americana?
Me encanta el cine de Lynch. Es uno de mis directores favoritos. En el futuro, prometo escribir varios artículos sobre su cine y sobre el personaje en sí mismo. Gran artículo Rosa.