Diálogos: el concepto de cultura de la mano de Mario Teodoro Ramírez

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Los conceptos siempre son escurridizos, son mariposas difíciles de apresar hasta para el cazador más experimentado. Aunque siempre , claro está, hay grados. Hay conceptos que se resisten, pero que terminan rindiéndose (en apariencia) ante el esfuerzo del pensador empeñado en atraparle. El concepto de cultura es uno de esos que no se dan por vencidos tan fácilmente. Por eso acudimos aquí a unas manos expertas para acercarnos, cautelosamente, a una noción de cultura.

La diversidad es parte de la cultura

Mario Teodoro Ramírez, catedrático de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en México, resume las definiciones del término cultura en: a) una noción amplia en la que se engloba todo producto de la actividad humana como agregado a lo natural; b) la noción antropológica que pone el acento sobre los sistemas de representaciones de una colectividad que son, a su vez, distintivos de la comunidad; c) una noción clásica en la que se considera la cultura como aquellas formas “superiores” de la actividad humana, esto es, las formas artísticas; d) la acepción común que entiende la cultura como un conjunto vago y general de saberes. Pero Mario Teodoro hace énfasis en una definición más que parte del punto de vista del proceso, por lo que se plantea a la cultura como una “capacidad creadora y autocreadora del hombre”. (La cultura como autoformación del hombre, Mario Teodoro Ramírez, 1995)

Como puede verse, en estas nociones de cultura parece haber un tono familiar en la medida que la actividad humana se concibe como un agregado al ámbito natural, esto es, la importancia radica en ese paso diferencial que da a lo humano una peculiaridad. Incluso la última de las acepciones pone de manifiesto el hecho de que la cultura es un proceso que muestra una capacidad humana para la creación –siempre sobre la base de ese sustrato matricial de lo natural– que es, al mismo tiempo, recreación propia. En esta creación y autocreación humana, valga la redundancia, lo humano mismo se (re)produce y, con ello, adviene, es decir, se hace posible ese campo habitable de la cultura: cuna, espacio de recreo y futura morada siempre ávida de modificaciones: todo al mismo tiempo.

Rastros de los primeros pobladores

Ahora bien, ese espacio de la cultura se sostiene sobre la base de interpretaciones de la realidad. Aquí el punto de vista antropológico cobra peculiar importancia en tanto que son los mitos y los ritos primitivos (en el sentido de que son los “primeros” y no como un adjetivo que implique una jerarquización en algún otro sentido) los que expresan cómo se interpreta una realidad muda e impactante. La danza, la pintura en la caverna, esos primeros gritos de asombro, etc., devienen huella de lo humano añadiendo un plus que no es sino el sentido dado al acontecimiento en bruto. En efecto, todas estas primeras manifestaciones son representaciones humanas de fenómenos naturales que impactan en aquellos primeros habitantes, y los efectos de dichas representaciones pueden ser rastreados hasta nuestros días. La caza del mamut representada en la piedra es ya imagen que abre un hiato en lo inmediato natural para inaugurar una nueva dimensión, a saber, la de la representación, el espacio en el que el ser humano se recrea: la dimensión simbólica.

Filósofo y catedrático de la UMSNHEl debate en torno a estas temáticas es amplio e interesante, no obstante aquí sólo buscamos proponer ingredientes para que cada uno arme su propia reflexión. Así, en el ámbito filosófico, por ejemplo, un autor como Cassirer concibe la cultura –de acuerdo a la perspectiva de Mario Teodoro– “como el orden sistemático y universal de la mediaciones simbólicas, condición y límite de todas nuestras relaciones con el mundo (prácticas, sensitivas, cognitivas, etc.)”. (Filosofía culturalista, Mario Teodoro Ramírez, 2005) Así, son los símbolos o lo simbólico lo que constituye a la cultura, y es en virtud de esto que la cultura es, ante todo, mediación entre el mundo y nosotros. El símbolo tiene pues una naturaleza medianera, esto es, se sitúa siempre en un entre que permite el acceso al mundo, a la realidad inmediata que deviene, por virtud de la participación del símbolo, realidad mediada: cultura. Se resalta, entonces, la conexión intrínseca entre símbolo y cultura, pero al mismo tiempo habría que dejar muy claro que no son términos intercambiables.

Con respecto a la visión de Cassirer, Mario Teodoro nos dice que tiene un carácter abstracto, por lo que la inscribe en un primer momento de la filosofía de la cultura que tiene su fin en la tarea descriptiva, teórica y formal. Mientras que “la filosofía de la cultura contemporánea no se propone ya solamente llevar a cabo una descripción de la cultura y una explicación de sus funciones congnitivas y espirituales, busca más allá, realizar un cuestionamiento crítico de la cultura existente, de sus estructuras, supuestos y formas de operar”. (Filosofía culturalista, Mario Teodoro Ramírez, 2005) Esta segunda etapa de la filosofía de la cultura, según los planteamientos de Ramírez, está más cerca de una hermenéutica, pues se trata de repensar los fundamentos para llevar a cabo una superación.

Una relación compleja pero interesante

Podemos hablar entonces de un doble movimiento: el que va de la cultura a la filosofía en donde la primera es condición y límite de la segunda, y el que hace el recorrido inverso donde la cultura deviene horizonte y tema de reflexión de la filosofía. En pocas palabras, se trata de aceptar que es en la cultura donde encontramos los elementos para relacionarnos con el mundo (mediación simbólica), pero dicha aceptación no debe ser resignación sino, por el contrario, un compromiso activo con la cultura que implica una actitud crítica con la misma. Sólo así puede hablarse de creación y recreación de lo humano. Una actitud crítica frente a la cultura implica entonces pensar si los elementos que nos brinda, y con los cuales nos relacionamos con el mundo, según hemos dicho, son apropiados o no. En otras palabras, se trata de cuestionar el valor de verdad de la imagen del mundo que nos guía en nuestro andar cotidiano. ¿Es la representación de mundo como espacio a ser colonizado y dominado la más adecuada? Corresponde a cada uno responder y seguir pensando este complejo concepto.

Archivado en Conceptos, Cultura, Ernst Cassirer, Filosofía, Filosofía de la cultura, Reflexión
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