Soy un mindundi. Esa es mi conclusión tras leer Correr o morir de Kilian Jornet. No somos nadie, no soy nadie. Tres días a la semana, me calzo las Asics y cojo mi reproductor MP3 para emular a Filípides, 30 kilómetros que me cuestan dios y ayuda; dolores, sudor y lágrimas; y durante la ducha, me siento satisfecho… pardillo.
A ese ritmo, necesitaría nueve semanas y un día para dar una vuelta al lago Tahoe. ¿Quién no ha soñado alguna vez con darse un paseíto de 280 kilómetros por ese escenario natural tan majestuoso, que aparece en la segunda parte de El Padrino? Galopar, acelerando más a más, sentir la brisa en la cara y la potencia en tus piernas… durante 38 horas y 32 minutos. ¡Eso es imposible! Ufff… me duele todo el cuerpo solo de pensarlo.
A su lado, los maratonianos se jibarizan, su sombra oscurece las proezas del mejor Iron Man. Hoy te voy a presentar al chico que firmó ese tiempo, el mismo gigante de 1,70 y 57 kilos, que pulverizó la anterior marca rebajándola en 8 horas. Nació en Sabadell, tiene 25 años… y hace unos meses escribió un libro; que yo ahora he leído.
Kilian Jornet es un… campeón. Un atleta que en otros tiempos, y en otro país, sería legendario. Corre, esquía y vuela por montañas que dan vértigo, aunque tiene los pies en el suelo y buena mano para describir sensaciones deportivas. Es el actual campeón mundial de skyrunning, una de las competiciones más duras del planeta. Se propone retos al más puro estilo David Meca, pero sin la parafernalia mediática, las Kilian’s Quest, y va dejando su huella en forma de récords. Ha subido y bajado el Kilimanjaro más rápido que nadie, ha ganado la Ultra-Trail del Mont-Blanc varias veces, convirtió en un electrocardiograma más de su diario, los más de 700 kilómetros de la Transpirenaica, el GR20 de Córcega es otra medalla que cuelga de su cuello…
Las primeras páginas del libro te dejan con la boca abierta, sobrecogido. Qué tío, un destroyer. El “Manifiesto del skyrunner” es una verdadera apología de la victoria, pero no cometas el pecado de clavar ahí los tacos, poco a poco empiezas a comprender el sentido del libro. Que es justamente el contrario. Nos cuenta lo que siente al escuchar cómo lo aclama el público al llegar a la meta en primera posición, por supuesto, la alegría de las victorias, pero sobre todo, nos habla de motivación. Qué busca en su interior cuando le duele una rodilla, sufre tirones, contracturas, o cuando está deshidratado y su mirada se pierde fija en el infinito, qué trucos mentales maneja para no pararse, para no rendirse, en cualquiera de esas carreras extremas, en un ultra raid de más de 100 kilómetros…
Correr o morir es el diario de un triunfador, una filosofía de vida ligada a la montaña y al aire puro, un texto que nos puede servir de lección a cualquiera de nosotros. De experiencia. Si quieres perseguir el globo de tus sueños y que no explote, debes tener ilusión, constancia y esfuerzo. Afán por superarte día a día. Nada se consigue sin trabajo. Hay que luchar. Y en la persecución habrá bajas. Alguna novia… Como ves, este libro no solo es apropiado para los locos del running.
¿Running? Juraría que cuando yo era un enano, los más frikis del barrio llamaban footing a este deporte, y el resto, simplemente, salían a correr… No, en serio. Reconozco que si no eres aficionado, habrá páginas o fases del libro, que te resultarán tediosas, repetitivas. Monótonas.
Es más… aquí llega la comparación inevitable. Si has tenido la suerte de leer De qué hablo cuando hablo de correr de Haruki Murakami, te sentirás defraudado si enfocas tu crítica desde un prisma literario. No es una comparación justa. El japonés es un escritor que corre, mientras Kilian es un corredor que escribe. Uno es un runner popular con el que es más fácil identificarse, y el otro está en la élite y solo puedes admirarlo. Uno es “viejo”, y el otro, joven. Por eso, Haruki nos regala un libro de pensamientos y reflexiones personales, un libro de memorias, de vivencias, mientras Kilian sostiene el relato en la acción, en las aventuras, en escuchar al cuerpo. Y de paso, enriquece esas hazañas con todo lo que le pasa por la cabeza, sus dudas, sus motivaciones. Y hablando de acicates, creo que jamás olvidaré el mantra que aprendí con Murakami, y que utilizo de vez en cuando en mis correrías:
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
Funciona. Os dejo un vídeo de Kilian que he encontrado por Internet, seguro que os gusta. Alucinante.
Kilian’s Quest Slow motion 1000 frames / second from sebastien montaz-rosset on Vimeo.
Y por último, el tráiler de su película, Summit of my life:
¡Nos vemos en la montaña! ¿No te han entrado ganas de salir a correr?
Me gusta mucho el y el deporte que práctica! quiero leer ese libro 😀
[…] espíritu y su cuerpo corriendo maratones cada año, aunque no llega a la locura del ultrafondista, Kilian Jornet. El nipón repite para sus adentros una frase que una vez escuchó a un atleta de […]