Ahora todo el mundo habla, grita, se queja, y casi nadie propone, inventa, crea.
Esto de descargar libros es un vicio. Apenas se termina uno ya no es necesario esperar a la siguiente visita a la librería. El poder de lo inalámbrico nos envenena llevándonos a la siguiente sugerencia, a lo más vendido, lo más visto, lo más… cualquier cosa con tal de llenar el vacío que nos ha dejado ese libro al que hemos dado la última vuelta de página. A veces el impulso nos lleva a alegres descubrimientos como el de la historia de Mica, esa periodista que ha luchado constantemente contra los prejuicios de un mundo de hombres (la más grande y efectiva ficción de la historia) y, cómo no, contra ella misma. Nueve categorías bastan para clasificar una vida, para hacer un currículum vitae que refleje algo más que la experiencia laboral.
El género de las confesiones se ve actualizado con un formato que nos convierte en una especie de pantalla de ordenador que es testigo de la escritura y las conversaciones. Poco a poco vamos viendo pasar parejas, empresas, penas y paraísos. Micaela Salazar Baramendi se desnuda (literaria y literalmente) una y otra vez ante nosotros buscando el trabajo de su vida o, para ser más precisos, buscando su vida entre los trabajos que la han ido dejando atrás. En cada uno un hombre, quizá un amor, un maltrato, una amenaza. Con problemas con la autoridad, una actitud crítica hacia lo fétido del mundo del periodismo y un mal tino para las decisiones cruciales de la vida, Mica muestra que el humor es una gran salida para ver cara a cara a los propios demonios.
Hay que decirlo: Paloma Bravo cae en lugares comunes más de una vez. Pero qué más da, para eso son comunes. No se trata de generar un discurso dentro de las variaciones del feminismo, sino de mostrar una vida que se desarrolla en eso que el feminismo discute. La vida antes que la teoría. Para eso es mucho mejor la literatura y por ello se agradece lo directo y honesto de este libro. Esto nos recuerda que a veces no hace falta más que (d)enunciar algo, hacerlo visible, poner a las personas delante de un espejo. Esa simple acción puede hacer una gran diferencia. La piel de Mica es una búsqueda en la que se va reconstruyendo una personalidad, ese alto necesario para volver a ordenarlo todo. Volver sobre los propios pasos y dar el siguiente con las manos llenas de experiencia. Claro que eso no asegura nada con respecto al futuro, salvo una cosa: lo entenderemos mejor venga lo que venga.
Para ser mujer no hace falta ser madre y, desde luego, para ser madre no hace falta dejar de ser mujer.
Me topo con un estanque de agua cristalina. Ahí está mi imagen reflejada, tenue pero visible. Al mismo tiempo se aprecia el fondo del estanque y la vida que se abre paso debajo de esa superficie con donde se aloja el reflejo. Por un momento la superficie y la profundidad conviven: la mirada pasa de una a otra sin mayor esfuerzo y hasta logra combinarlas. El lenguaje de Paloma Bravo en La piel de Mica es como el agua de este estanque. Se trata de un libro sencillo, pero que apuesta a que en esa sencillez se logre el juego de superficie y profundidad que, curiosamente, parece siempre suponer el poner al sujeto frente a una superficie reflejante. Una lectura amena para este caluroso verano. Sin duda recomendable por su sencillez y sinceridad: no se pretende una obra maestra de la literatura, sino un ejercicio de honestidad en el que no se pide más que la amable escucha del lector. Os presento a Mica. Busca trabajo, ¿queréis conocerla?
