Tú eres un escritor, digamos… moderno. Gustas porque eres joven y dinámico… Y estás de moda. Eres un escritor de moda. Eso es. La gente no espera que ganes el Premio Pulitzer, les gustan tus libros porque estás en boga, porque les entretienen, y eso también está muy bien.
¿Así que es eso lo que piensas? ¿Que soy un escritor entretenido?
No deformes lo que digo, Marc. Eres consciente de que el público siente debilidad por ti porque eres… un chico mono.
¿Mono? ¡Esto es cada vez peor!
Venga, Marc, ya sabes adónde quiero llegar. Transmites cierta imagen. Ya te lo he dicho: estás en boga. Todo el mundo te quiere. Eres a la vez el buen amigo, el amante misterioso, el yerno ideal… Por eso El caso Harry Quebert tendrá un éxito inmenso.
Premonitorio. Y hablando de premoniciones… soy un investigador de pacotilla. Veré cómo se calcina en una hoguera la próxima novela negra que caiga en mis manos. Al parecer los misterios traen una Magnum 44 y apuntan su cañón a mi sien. Me paralizo. No importa. Donde no llega el ingenio llegan las tecnologías. Espero. Porque de ahora en adelante, si necesito seguir alguna pista, ya no confiaré en mi instinto, buscaré soluciones en una tienda de gadgets usados por el FBI. O llamaré al señor Snowden; o a Julian Assange.
¿Has apuntado como un mono las sugerencias con las que arranca cada capítulo? Los consejos de Harry, vamos. Si consideramos que su obra cumbre no la escribió él… ¡No lo olvides! Ahora sabemos que no es un escritor fracasado o desesperado, es un impostor. Supongo que esas recomendaciones literarias serán como los consejos que dan los curas sobre sexo; o sobre el matrimonio. Subes al púlpito y sueltas tu sermón. Es muy fácil hablar de lo que no tienes ni pajolera idea. Ejem…
¿Perdurará esta historia en mi memoria? Ya te lo contaré. Dentro de un año, quizás recuerde a… ¿cómo se llamaba la cría? Mmmm… Nola. Sí, Nola Kellergan. Creo que es el único personaje vivo, una figura desventurada que paseará más allá de Aurora, que saltará de las páginas escritas por Joël Dicker. Y sin embargo, no dará nombre a un tipo de chica. No será Lolita. No ha conseguido que yo al menos, identifique las gaviotas con nada relacionado con Quebert. Las gaviotas son y serán Hitchcock, querido.
¿No está cogido con pinzas lo del exorcismo y la secta? Es tremendo. Yo soy sumiso, me dejo llevar por la historia como un perrito en un tobogán de un parque acuático, pero… ¿no tuviste la sensación de que ahí se estaba pasando? ¿Que no era creíble aunque pudiera ser posible? Me figuro que será una escena clave en el tráiler de la película…
¿Es una historia romántica? Desde luego, Harry Quebert no me parece Florentino Ariza por muchos años que espere y espere a su amor, ni Joël Dicker, Gabriel García Márquez. El suizo lo que pretende al colocar a una niña de 15 años como protagonista es transgredir y provocar. Que se hable de lo accesorio y no de la historia. No obstante, si nos ceñimos a la relación… porque desdeñamos su perverso juego, lo que encontramos es un amorío simplón y cursi. Un devaneo de verano. Sin más.
Es una historia de secretos. Y el mayor de todos es… ¿cuál es el secreto de su éxito? El de Marcus y el de Joël. La mayor parte de los habitantes de ese pequeño pueblo de New Hampshire tienen algo que ocultar. Supongo que ocurre lo mismo en la realidad, ¿no? O, ¿serías capaz de “desnudarte” en medio de la plaza de tu pueblo? Eso sí, normalmente, nuestras sombras no son tan negras…
Pobre Luther.
Ya que entramos en harina, vamos a mancharnos y a ser más concretos. Primero vamos a rellenar la columna de los “aciertos” de la novela. Los pros. Es innegable que el autor tiene mucho oficio a pesar de su edad. Su novela se lee muy fácil, es ágil, de ritmo endiablado. Y su trama policíaca-misteriosa es adictiva. Yo además, resaltaría la original estructura narrativa, cómo enlaza perfectamente los tres tiempos: 1975, 1998 y 2008. Saltamos de una época a otra para escarbar en el barro, para resolver el crimen, para observar la relación amorosa de Quebert y Nola, y para conocer la amistad entre ambos “escritores”.
Y entre las “torpezas”. Sobran páginas, muchas te dejan la sensación de ser repetitivas. Otra. Tanta vuelta de tuerca final, tantos giros de cuello, como si fuéramos Linda Blair en El exorcista, me hicieron vomitar. ¡Lo siento! No quería ser escatológico. Es un defecto mío, lo sé. Nunca me gustaron los viajes largos en coche, si había muchas curvas. En fin… sigo. No termino de creerme la relación de Harry con Nola. Sus diálogos de “amor” son… muy simples. Vulgares. Y por último, antes de que me cuelguen desde lo más alto del puesto del socorrista de la playa, debo decir que no hay personajes sorprendentes, todos me parecen bastante planos y arquetípicos. Es un continuo déjà vu.
Si la razón por la que compraste esta novela fueron las referencias literarias que lanzaron los gurús de la publicidad, olvídate. No estamos ante un nuevo Stieg Larsson, Vladimir Nabokov no ha movido un solo hueso en su tumba, y Philip Roth no ha decidido coger otra vez la pluma porque teme que le olviden en vida. Ni tanto, ni tan calvo. Sería un pecado omitir que La verdad sobre el caso Harry Quebert ha sido galardonada con el Premio Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. Una novela recomendable, un autor que habrá que seguir de cerca.
Termina este episodio de Mundos paralelos, pero… ¿cómo? ¿Que no has penetrado en los entresijos de esta novela y estás leyendo este artículo? ¡Así no vas a entender nada! ¡No podrás llevarme la contraria! ¡Me gusta debatir! Si no puedes con tu enemigo, únete a él… a ver si el propio Joël Dicker te convence para hojear su libro. Y después, ya sí, pásate por todo lo que Carlos Girón y yo hemos disertado desde nuestros púlpitos respectivos. Porque aunque no somos curas, no tenemos cura. Nos gusta hablar de libros. Amén.
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