Mundos paralelos: “La verdad sobre el caso Harry Quebert” o cómo nace un bestseller

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Segunda parte de este libro superventas. Carlos Girón y el que escribe estas líneas, seguimos trabajándonos la novela con un pico y una pala en la cantera de Mundos paralelos. Joël Dicker debería abrir una cuenta a nuestro nombre en un banco acreditado, e ingresar el 10% de sus ventas en España. El 16. Tanta propaganda gratis… en fin. Si un mosquito te ha picado en la oreja o no tienes plan para los próximos siete minutos, te invito a leer mis impresiones. Puede que no sean brillantes, pero me mojo. Es verano y un chapuzón apetece a todas horas. No había otra opción…

Novela de Joël Dicker

Harry, ¿cómo se transmiten emociones que no se han vivido? Ése es precisamente su trabajo como escritor. Escribir significa que es usted capaz de sentir mejor que los demás y transmitirlo después. Escribir es permitir a sus lectores ver lo que a veces no pueden ver. Si sólo los huérfanos contasen historias de huérfanos, no llegaríamos a ninguna parte. Eso significaría que no podría usted hablar de madres, de padres, de perros o de pilotos de avión, ni de la Revolución rusa, porque no es usted ni madre, ni padre, ni perro, ni piloto de avión y no ha conocido la Revolución rusa. No es más que Marcus Goldman. Y si todos los escritores debieran limitarse a sí mismos, la literatura sería espantosamente triste y perdería todo su sentido. Tenemos derecho a hablar de todo, Marcus, de todo lo que nos conmueve. Y no existe nadie que pueda juzgarnos por eso. Somos escritores porque hacemos diferente una cosa que todo el mundo a nuestro alrededor sabe hacer: escribir. Ahí reside todo nuestro ingenio.

¿De verdad? ¿Marcus Goldman, Joël Dicker, tiene un estilo literario tan diferente al resto de los mortales? ¿Es incomparable? ¿No es un narrador impersonal? ¿Un saltamontes como cualquier otro? Dejo que tú mismo respondas. Sincérate… pero no te ciegues. Por cierto, aquí tenemos otro de los consejos del distinguido tutor. No puedo imaginarme al maestro Po pronunciando estas píldoras genéricas con la mirada perdida, intentando orientar al bueno de David Karradine. En serio. Esta segunda parte de la novela me reafirma en mis opiniones; y en mis sospechas. Sigo pensando que la gran habilidad del autor suizo es superponer los planos temporales y narrativos. Y que el asesino es Bobbo.

La verdad sobre el caso Harry Quebert

Bueno… no todo es confirmar valoraciones pasadas. Antes de seguir reflexionando, debo pedir perdón. A Nola. La juzgué sin conocer los “porqués”. Debo fustigarme delante del espejo de cuerpo entero que tengo en el salón. Tengo que sufrir, necesito acariciar cicatrices.

Es algo que hacemos siempre en la calle, ¿verdad? No, no, no. No me malinterpretes, no saco el látigo en público, me refiero a que criticamos impunemente los comportamientos de nuestros amigos y familiares, de los conocidos o desconocidos. Amigos de amigos, o vecinos de vecinos sufren sin saberlo nuestros crudos menosprecios. Somos implacables. Desde fuera todo se ve fácil, desde nuestro punto de vista se equivocan como conejos que miran a los ojos del zorro. El espíritu del maestro Po me guía por este artículo…

La investigación de Marcus sigue su curso mientras la casa de Goose Cove se tambalea entre las cenizas del incendio. A estas alturas ya está escribiendo la novela que tanta gente espera y que nosotros tenemos entre las manos. El WikiLeaks local le ha llevado a Concord, repudiado, pero podría catapultarlo a El Dorado. Clin, clin. Lo importante es que ha salvado a su amigo, y ahora quiere salvar sus recuerdos, unos recuerdos que no caben en una caja de latón comprada en Rockland, Maine. El chico quiere alejar las sombras de ese escritor apagado que tantas luces iluminó, de su amor imposible. Necesita restablecer la manchada reputación de Nola. Como yo. Aunque… hay detalles que no me acaban de encajar. El policía que lleva el caso, el sargento Perry Gahalowood, permite a Goldman ser su sombra y comparte con él sus hallazgos. ¿Te imaginas eso aquí en España? Usan el tricornio de pala, y te lanzan tres galaxias al norte.

El desgraciado Luther Caleb. El culpable oficial en estos momentos. Menuda vida. Le ha pasado de todo. Una paliza que le desfigura la cara, le deja la novia, le denuncian por acoso, el “accidente” de tráfico… Da pena, no repulsión o terror. Sabiendo lo que sé, no correría si me cruzo con él. ¿He dicho “da”? Será daba. Es… era, un pobre hombre. Así nos lo ha pintado el señor Dicker, así lo han desnudado los habitantes de Aurora, Stern y su propia hermana. Porque ya no está, y es fácil cargarle el muerto. Si termina siendo el que cavó la tumba de Nola, me corto el dedo meñique, y compro un billete de avión a Ginebra. Me gusta ser justo. Y al volver, juro que me prepararé un buen Gin Tonic con enebro y cilantro. Pese a que no esté entre mis cien bebidas favoritas…

Harry Quebert novela

Tenías razón, Carlos, cuando decías que sobraban muchas páginas. También tengo esa sensación. En esta segunda parte estamos en un impasse, Joël Dicker está jugando con nosotros manejando un toro mecánico. Es divertido, sí, pero está en su mano hacernos caer, tarde o temprano besaremos la colchoneta. Deja pistas para despistarnos. ¿Quién mató a Laura Palmer? Cómo te echo de menos, David Lynch…

Las palabras están bien, Marcus. Pero no escriba para que le lean: escriba para ser escuchado.

No sé si a ti te habrá chocado o si es una ironía que no capto, pero si consideramos Los orígenes del mal una de las obras más importantes de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, ¿por qué cada vez que leemos un fragmento solo nos encontramos con párrafos vulgares, vacíos y repletos de tópicos? Corín Tellado desecharía esas frases…

Bestseller

¿Por qué caricaturiza y ataca con tanta saña a la sociedad norteamericana? ¿Por qué no afiló su lengua viperina para condenar la suya como hizo Stieg Larsson, para no irnos tan lejos? La figura del mezquino editor Roy Barnaski es una parodia, por mucha verdad que haya. O la de su madre. O el abogado Roth. O el reverendo Kellergan en su Harley Davidson…

En definitiva, que seguimos esperando mano sobre mano. La tercera parte nos destripará quién es el asesino. No hay otra. Y ya podremos sacar más conclusiones. De momento, dejamos al mustio Harry Quebert escribiendo por todos los rincones como si fuera un adolescente. De 15 años.

Mi Nola, mi querida Nola, mi amada Nola. ¿Qué has hecho? ¿Por qué querer morir? ¿Es por culpa mía? Te quiero, te quiero más que a nada. No me abandones. Si mueres, yo moriré también. Todo lo que importa en mi vida eres tú, Nola. Cuatro letras: N-O-L-A.

Yo me lo imagino como Jack Nicholson en El resplandor y me da un poco de miedo, aunque parece que es un “homenaje” rosa a Nabokov y su Humbert Humbert.

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-Li-Ta.

Parecido, ¿verdad? Ejem

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