El Barroco implica en Europa dos comportamientos artísticos diferentes: el católico y el protestante, aunque dentro de cada uno pueda haber diferentes variantes. En los territorios que hoy forman los países de Holanda, Bélgica y que formaron parte de la corona española durante todo el siglo XVI, podemos diferenciar dos partes: la zona de Flandes, que siguió bajo la tutela española durante todo el siglo XVII y por lo tanto fue católica, y la zona de Países Bajos, lo que hoy es Holanda, la cual se independizó en 1640 y donde el calvinismo se unió a las aspiraciones independentistas, en una sociedad de predominio burgués.
Si en Flandes se unieron perfectamente la iglesia católica y el estado monárquico de los archiduques, en los Países Bajos se experimentó una unión paralela entre la naciente república y el protestantismo reformista. El catolicismo mantenía la idea de monarquía por derecho divino, mientras que los protestantes, que rechazan el autoritarismo religioso en todos los aspectos, tratan de relacionar a los fieles directamente con Dios, sin intermediarios y, por tanto, cada conciencia es responsable ante Dios y no ante la iglesia.
La sublevación de Holanda contra España fue por motivos religiosos, sociales y económicos. Pero no fue una revolución de progresistas contra un rey anticuado sino todo lo contrario: la sublevación de una burguesía medieval, amante de sus privilegios feudales, sus ciudades autónomas, frente al centralismo de la monarquía absoluta de los Austrias; sus gremios y su estilo de vida, contra un rey que pretendía imponerles un sistema estatal centralizado racionalista y moderno.
El arte holandés estaba determinado pues por esta coyuntura social, por este tipo de pensamiento y por este tipo de público burgués que era su cliente y promotor. La iglesia deja de ser el principal cliente del artista. La iconografía holandesa, sólo excepcionalmente, es religiosa, se representan escenas del Antiguo Testamento. Los temas holandeses son los de la vida cotidiana, retratos, costumbres, paisajes, bodegones, etc.
Temas que habían sido tratados marginalmente hasta entonces y ahora pasan a ser protagonistas. Los interiores de las casas se convirtieron en un género de pintura muy cultivado, que hoy nos permite conocer muchos detalles de la vida privada de su tiempo. Lo primero que notamos es el valor que las casas y la vida familiar tenían para sus propietarios.
Las casas holandesas eran propiedad de una familia formada por la pareja y sus hijos, que hacían allí una vida hogareña y tranquila. Esta forma de vida, con un núcleo familiar reducido y sólo con algún criado, se dio antes en Holanda que en otros países europeos.
Los muebles y la decoración en estos interiores expresaban la riqueza de sus propietarios, pero los interiores eran sobrios, nunca había tantos muebles como para reducir el espacio o la luminosidad de las habitaciones. Las paredes se adornaban con cuadros, espejos y mapas, y entre los muebles abundaban los bancos y las sillas, tapizadas de terciopelo y otros materiales ricos.
El artista se centra en la realidad doméstica y rutinaria que le es familiar, pero que ahora descubre como centro y objeto primordial de su arte. Se descubre en el arte holandés un formalismo naturalista, pero de un naturalismo sui generis y determinado, marcado por las pequeñas dimensiones que va a tener el marco, adaptable al interior de una casa burguesa y también por las pretensiones psicológicas que caracterizan al burgués.
No se trata de representar estados de ánimo o recuerdos místicos o heroicos, como antaño, sino que se limita a reproducir de forma realista el naturalismo de los objetos.
En Holanda la luz unifica y cohesiona todos los elementos del cuadro, dándoles una importancia por igual. Los temas son de la vida cotidiana, nada heroicos y por tanto propicios a conceder escasa importancia a la anécdota temática y a concentrar el esfuerzo del artista en los problemas técnicos.
Del numeroso grupo de pintores de esta escuela, nombraré al más representativo. El gran genio de Delft, Johannes Vermeer.
Jan Vermeer (1632-1675) nació y desarrolló casi toda su obra en la ciudad de Delft. En sus interiores crea planos de luz alternados, como Velázquez. las normas que Vermeer utilizaba en sus cuadros: sobriedad, luz natural que proviene de una ventana abierta en el lateral, figuras serenas en acciones comedidas, materiales ricos pero discretos y, como nota personal del autor, ese azul maravilloso, indescriptible y que jamás ha logrado ser reproducido, convirtiéndose en la firma de su autor.
El ambiente participa en general de la intención intimista que se practicó en los retratos y los cuadros de costumbres del barroco holandés, pero ni se suele identificar quién puede estar retratando ni se sabe qué costumbre capta en esos interiores delicados y misteriosos.
Pinta cuadros pequeños, de género, de la vida familiar burguesa y de la ciudad. En su Vista de Delft nos da una visión nostálgica de su ciudad. Como paisajista tiene iguales cualidades que los pintores de su época, pero una mayor calidad. El paisaje holandés es el primer intento de crear la pintura fuera de convencionalismos, utilizando la luz para modelar un cielo tormentoso que responde más a una inquietud interior del artista que a un cielo real.
Esta escuela va a influir mucho en el paisaje romántico de principios de siglo XIX, en la Escuela de Barbizón y de ahí su influencia trascenderá hasta el Impresionismo en los años finales del siglo XIX.
Vermeer pintor de la luz y de los interiores de la “Edad de Oro” de la pintura holandesa, gozó de cierta fama en su día, aunque trabajó más bien como comerciante del arte de otros artistas contemporáneos y acabó endeudado, tras el desastre de los diques de Holanda, cuando se echaron a perder los terrenos de su suegra, que es quien poseía la fortuna con la que se sostenía su numerosa familia.
Como ejemplo de pintura interiores de este maestro, El soldado y la joven sonriente, es una de mis pinturas favoritas. Recuerda a alguna composición de otro de los grandes del momento, Pieter de Hooch. En la escena, un apuesto soldado que muestra su espalda al espectador y un poco el perfil y con una pose algo chulesca, conversa con una hermosa joven que sostiene un vaso en las sus manos. Ella le mira sonriendo, y tiene una mezcla de expresión tierna, dulce y despierta.
Vermeer se dedicó con más frecuencia a escenas de interior protagonizadas por mujeres. Sus mujeres están incluidas en este ambiente íntimo de interior, suelen aparecer ejerciendo algún tipo de actividad, que realizan muy concienzudamente.
En el siglo XVII en los Países Bajos se intentaba educar a las mujeres para que fuesen virtuosas, es decir, que pensaran y se comportaran conforme a las normas, esto queda muy reflejado en las obras del maestro.
Pintó posiblemente poco para el mercado público del arte, la mayoría de sus obras eran para promotores o mecenas que apreciaban su arte. Tal vez esto explique el poco volumen de su producción artística. El teórico Thoré Bürgen publicó un ensayo atribuyéndole a Vermeer 66 pinturas y de estas, solo 34 de ellas le son actualmente atribuidas con seguridad.
La mayoría de obras están protagonizadas por mujeres, como ya he explicado anteriormente, y sólo en seis ocasiones rompió la norma: dos paisajes con vistas de Delft y cuatro interiores con hombres.
Según numerosas investigaciones, se ha constatado que utilizaba una cámara oscura para realizar sus obras, cosa que él no escondía y remarcaba con ese puntillismo de luz muy fotográfico.
¿Te gusta la obra de este maestro? ¿Qué te parece la utilización de la cámara oscura para realizar sus obras?