Con unas buenas audiencias y unas críticas positivas, que no geniales, en su primera temporada, Starz aseguró la continuidad de Da Vinci’s Demons, insuflando además más presupuesto. Pero no os engañéis cultureros, la segunda temporada de la serie creada por David S. Goyer es más de lo mismo: más grande, más historias, más sin sentido. La ficción continúa con sus ideas locas, a cada cual más imposible pero igualmente disfrutable: asaltar un barco mediante un submarino de madera (¿por qué no?), ir a América sin saber nada de navegación, descubrir en mitad del viaje el modelo heliocéntrico cien años antes, llegar a América de un capítulo a otro (pero eso si, con las barbas y los pelos largos y descuidados, para que el espectador no se pierda), viajar por el Atlántico pero llegar al Imperio Inca sin circunnavegar el continente, un mensaje escondido (como no) en La Gioconda…, y sigue así la cosa. Personalmente, me encanta cómo afrontan Goyer y sus guionistas la serie: les importan sus personajes (en especial el conde Girolamo Riario, una gran interpretación de Blake Ritson, que da un paso adelante en esta temporada y se agradece), el drama está muy bien insertado, los efectos especiales han mejorado, y los cliffhangers monumentales están más presentes que nunca, y su historia es tan loca y descabellada que hasta te la crees.
Pero no es oro todo lo que reduce. Hay varias tramas que se ven necesitadas de desaparecer, en especial las centradas en Florencia. Resulta paradójico que en una serie “histórica” pero tan pasada de vueltas como ésta, la historia más aburrida sea la que sigue el rumbo verdadero, pero es que la trama de los Pazzi ya queda solventada en los dos primeros capítulos de la temporada, y estirarla más de lo normal es rellenar por rellenar. Ni siquiera la aventura de Lorenzo en Nápoles mantiene nuestro interés. Interpreto que, al no poder apoyarse más sobre los hombros del personaje de Da Vinci debieron dar protagonismo a otros, pero, desgraciadamente, es un cambio con el que salimos perdiendo.
Tom Riley vuelve a convencer como Da Vinci, cada vez más perdido en su búsqueda, no sólo del Libro de las Hojas, sino que se le añade una búsqueda introspectiva, de hacia dónde va a ir su vida siendo un artista, y, sorpresa, se suma la tragedia personal con la búsqueda de su madre. Como ya he dicho, Blake Ritson se sale como Riario, y se nota que Goyer y los suyos se gustan con éste personaje que da más vueltas de tuercas que un mecánico de Fernando Alonso.
En definitiva, la segunda temporada de Da Vinci’s Demons continúa y amplía su historia, sus sin sentidos, y sigue siendo igual de adictiva. Dadme una de éstas al año, por favor. Y sí, está renovada para una tercera temporada que se estrenará este año.