Ayer nos enterábamos de la pérdida de otra gran estrella que se nos ha ido. Otra víctima de las malditas drogas, como otros tantos genios. Esta vez le ha tocado a Phillip Seymour Hoffman, un actor brillante de la vieja escuela, que solía combinar trabajos de cine y teatro con gran maestría. Hoffman era de esos secundarios que eclipsaba al protagonista, el que hacía reír, llorar y el que daba solidez a cualquier guión.
La carrera de Hoffman, como mencionamos, empezó con pequeños papeles secundarios de poca relevancia en películas comerciales como Scent of A Woman (Esencia de mujer), The Getaway (La huida) o Twister. Pero su carrera empezó a despegar una vez que Paul Thomas Anderson le reclutó para la brillante Boogie Nights (1997), una película sobre la industria del porno en el que interpretaba a un homosexual. No sería la primera vez. En 1998, Hoffman se consagró como gran secundario del cine independiente con cintas como Happiness, de Todd Solonz y un corto papel en The Big Lebowski, de los hermanos Coen.
Siempre supo combinar el cine comercial con el independiente, aunque fue este último el que más notoriedad le iba dando. Magnolia se alternaba con The Talented Mr. Ripley. Y Almost Famous (Casi famosos), 25th Hour (La última noche) o Punch Drunk Love con Red Dragon (El Dragón Rojo) o la comedia romántica Along Came Polly (Y entonces llegó ella) o la nominadísma Cold Mountain.
Su notoriedad ya era muy grande y todos empezábamos a reconocer las aptitudes y el talento de este gran actor, lo cual no pasó desapercibido en Hollywood y en 2005, Hoffman consiguió el papel de su vida, el que le daría el Globo de oro y su único Oscar interpretando al escritor Truman Capote en Capote, de Bennett Miller. Una interpretación que siempre se recordará.
Que alcanzara la cota más alta de su carrera al ganar el Oscar no quiere decir que ésta empezara a decaer. Obtuvo tres nominaciones más a los Oscars. La primera en 2007 por Charlie Wilson’s War (La guerra de Charlie Wilson), otra porThe Doubt (La duda), en la que interpretaba a un sacerdote sospechoso de abusos a menores y más recientemente The Master en 2012, en la que dio vida al líder de una secta que es fácilmente relacionable con la cienciología. Entre sus últimos trabajos destacan su intervención en The Hunger Games (Los Juegos del Hambre), cuya última entrega se dice que no ha podido terminar de rodar. Y también su papel en la deliciosa película A Late Quartet (El último concierto).
Hoffman tuvo la suerte de trabajar con los mejores directores como Sidney Lumet, David Mamet, Mike Nichols, Anthony Mighella, Spike Lee, Camerón Crowe y los hermanos Coen, entre otros. Pero muy pocos actores pueden decir que han sido musos de un director. Desde 1996, Philip Seymour Hoffman ha trabajado en cinco largometrajes de Paul Thomas Anderson, además de algunos cortos e incluso un spot publicitario.
Un actor brillante que no siempre estuvo como cabeza de cartel, pero que siempre ha sobresalido y brillado con luz propia. Se forjó una carrera siendo secundario, su talento le llevó a protagonista y su muerte le eleva a mito cinematográfico, al menos para los muy cinéfilos, que no dudamos al afirmar que es uno de los mejores actores de su generación. Descanse en paz.