La lógica, esa cosa del diablo, nos ayuda a destilar la verdad desde lo aparente. Las falacias, en efecto, son aquellos argumentos que carecen de validez pero que tienen la apariencia de ser correctos. Aparentemente válidos, pero escondiendo una violación de las reglas de la lógica. Así, de esa aparente verdad puede –y puede que no– extraerse el error, el engaño, y dar a luz la verdad escondida detrás de un argumento o razonamiento.
La península de Calcídica en el mar Egeo nos regaló esa mente maestra que clasificó las falacias de manera más que brillante. Debemos a Aristóteles el cuerpo de esta herramienta básica de las ciencias que es la lógica y también el esquema básico de los argumentos con apariencia de verdad. Muchos soles han nacido desde entonces y el pensamiento sigue respondiendo a estas bases del estagirita. Pero el hombre sigue soñando con su ingenio y originalidad, nada más que pura variación.
Sin entrar en los dilemas de las clasificaciones, que implican también un debate con respecto a la definición misma de falacia, traigo hoy a colación el tema para rescatar de la lista a mi falacia favorita. Se trata de un razonamiento en el que, si bien la información de las premisas puede ser verdadera, la conclusión que se extrae va más allá de lo que aquellas aportan. En otras palabras, lo que se pretende concluir no se sostiene por más verdaderas que resulten las premisas.
Es más común de lo que nos podemos imaginar cuando confundimos causas con efectos o viceversa. Basta con buscar esa divertida sección del horóscopo para toparse con una fuente de ejemplos. Hoy la chica de la cafetería me ha sonreído de manera especial, mi horóscopo decía que Mercurio estaría alineado con la Luna, sin duda ella es el amor de mi vida. El feliz encuentro es la conclusión de unas premisas astrológicas con las que se establece una conexión de necesidad. Esto, como siempre, puede matizarse, es decir, la confusión acontece de varias formas. Dentro de ellas está esa que viendo que una cosa antecede a otra en el tiempo (acontece A y después acontece B) tiende a pensar que la primera es causa de la segunda. Así, cometo una falacia si concluyo que lloverá porque siempre que hay nubes grises en el cielo llueve. Esta falacia recibe el nombre post hoc.
En el ejemplo anterior el elemento temporal es determinante: primero acontece esto y luego aquello. Entre esto y aquello, entonces, se establece una falaz relación de necesidad haciendo lo primero causa de lo segundo. Pero la confusión se puede dar sin este elemento temporal dando pie a la falacia cum hoc. De estas las hay por montones en los diarios y discursos políticos. Ahí va mi favorita: Hay muchos migrantes en mi barrio, el desempleo sigue creciendo, los migrantes me roban el trabajo. En este ejemplo dos variables independientes se unen mágicamente para llegar a una conclusión completamente insostenible: no tengo trabajo porque la migración es muy alta. Algo que sirve mucho a los políticos para ocultar las premisas que sí que explican el aumento del paro.
Una última exploración de este tipo de falacias. Todos los personajes importantes de este mundo tienen al menos un coche de lujo, por eso, si quiero ser importante, tengo que comprarme uno. Resulta evidente que aquí el efecto se confunde con la causa, pues los denominados “personajes importantes” cuentan con ingresos que les permiten ciertos lujos. Esto dicho a la inversa resulta un verdadero disparate. No obstante, este tipo de falacia está en el corazón de la publicidad comercial que vemos a diario: usar esa fragancia, estar al volante de ese vehículo, llevar una chaqueta de esa marca o hacer deporte con esas zapatillas, te llevarán a ser la más bella, el más envidiado, el más codiciado por las mujeres o te hará patear la pelota tal y como lo hace Messi.
Así que ya lo sabéis. Es mejor tomarse un segundo para determinar claramente cuáles son las causas y los efectos, pensar si las causas son verdaderamente indispensables para comprender los efectos o si alguien nos quiere tomar el pelo haciendo pasar la paja por oro. ¿Es necesario X para tener Y? Si la respuesta es negativa los focos de alarma se habrán encendido. ¿Cuántas falacias os dice vuestra pareja? Esa sí que sería una tarea interesante en las escuelas… y en la vida.