La piratería, amen de su posible romanticismo, siempre ha sido dañina para la humanidad en todas sus vertientes. Los piratas del Caribe, y todos aquellos bandoleros marítimos que desde el inicio de la navegación hasta hoy en día (piratas somalíes y malayos principalmente), segaban vidas humanas y se apropiaban de los bienes ajenos; provocaban gran sufrimiento a sus víctimas, y nada justificaba sus actos, si bien es cierto que en las películas modernas ellos son los héroes y protagonistas.
Pero la piratería a la que me refiero en este artículo es diferente en sus actos, aunque similar en sus principios. Me refiero a la piratería electrónica, esa tan en auge en nuestra época y de la que prácticamente todos, en algún momento, somos o hemos sido partícipes. No matamos a nadie por descargar un archivo de forma ilegal, ¿o sí? Matamos poco a poco la cultura…, y las ganas de fabricarla.
Este es un problema de difícil solución, a pesar de que se tomen medidas para ponerle freno, ya que durante años hemos adquirido el hábito de descargar desde Internet “gratis” casi todo aquello que queremos: libros, música, películas, software… Y lo gratis, nos va a acabar resultando “caro”.
Sí que es cierto que la cultura es un bien común, y que todo el mundo debería tener derecho a ella. Pero hay formas y formas de hacer las cosas. La cultura en ningún caso debe ser un artículo de lujo, pero tampoco algo que se valore tan poco que no estemos dispuestos a pagar un mísero euro por ella.
Toda creación es hija de algún autor, y para crearla, el autor ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo. Es justo que se valore en cierta medida ese logro, y que no se caiga en el engaño de pensar que “no pasa nada por descargar de forma ilegal la obra de un autor”. Sí que pasa, y mucho. El problema no es que los autores no sean reconocidos ni valorados; el problema no es que un autor no gane dinero merecidamente ni se haga rico con su obra. El problema es que los autores no puedan ganarse la vida con su trabajo y tengan que ganarse la vida de otra forma. Ese es el problema, porque ese autor ya no tendrá apenas tiempo libre para generar nuevas obras. Probablemente lo hará, sí, porque el amor al arte es más fuerte que las frustraciones, pero si tiene que trabajar 8 horas al día en otra cosa, el tiempo libre que le quede será insuficiente, comparado con lo que podría ofrecer si se dedicara a ello a tiempo completo.
Este problema va a ser muy difícil de atajar, ya que el hábito de conseguir cosas gratis se ha instalado fuertemente en nosotros, y romper un hábito es muy difícil (que se lo pregunten a los que quieren dejar de fumar), pero podemos comenzar premiando a aquellos autores cuya obra nos guste mucho. Así, aunque ya la tengamos de forma ilegal, podemos comprarla de forma legal, a modo de reconocimiento y agradecimiento al autor. Este puede ser un comienzo.
Se puede argumentar diciendo que los bienes culturales (entiéndase libros, música, películas, cine, entradas a teatros, museos, etc.) son un bien de lujo, que son caros comparados con nuestros sueldos. Sí, eso es cierto, y en determinados artículos el precio es excesivo y debería ajustarse, pero el problema no es económico, sino de escala de valores. Hay mucha gente “pobre” que no se gasta 5 euros en un buen libro electrónico, pero que se gasta casi a diario esa suma en un vino y una tapa. Hay gente con salarios muy modestos que ni por un momento de locura transitoria pagaría 30 euros por una buena serie en Blu-ray, y sin embargo, le da una importancia igual a cero al hecho de gastarse eso y más en una cena en un restaurante o en una prenda de ropa que apenas necesita. Hay familias que no llegan a fin de mes, pero cada uno de sus miembros dispone de un iPhone en su bolsillo. Hay, por otro lado, personas que van muy holgadas a nivel económico y sueltan la cartera con facilidad para casi todo, e igualmente rapiñan con todo lo “descargable gratis”, porque “¿para qué voy a pagar por algo que puedo conseguir gratis?, sólo los tontos pagan por algo gratis”. Por todos estos motivos, el problema no es económico, sino cultural, de conciencia, de no disponer de una escala de valores apropiada y saber valorar cada cosa en su justa medida.
¿Y qué decir del “top manta”? Sencillo, se violan todos los derechos de autor y de propiedad intelectual; es decir, el autor original no ve un céntimo por cada venta… Pero no creo que esté diciendo nada nuevo, esto todo el mundo lo sabe, y aun así se sigue comprando por “ahorrarnos unos eurillos”. Triste y lamentable.
Señores, hay que que ahorrar, sí; hay que apretarse el cinturón en los momentos de crisis, sí; hay que escatimar sí, pero no en cultura. Tenemos que tener bien cuidados a nuestros autores, para que sigan produciendo nuevas obras, y sigan enriqueciéndonos y entreteniéndonos.
Hay software libre excelente, de código abierto, que podemos descargar gratuitamente de forma legal, así como numerosos contenidos audiovisuales amparados bajo Creative Commons (también de descarga legal). Si queremos leer algo gratis, siempre podemos acceder a los clásicos de la literatura, cuyos derechos de autor ya han expirado y son patrimonio de la Humanidad. Pero toda obra de un autor vivo, merece cierta consideración y protección, antes de que se muera de hambre y pase a formar parte de ese enorme número de autores que han cosechado el éxito de forma póstuma.
Estimado, no quiero sonar agresivo, pero tus palabras pecan de gran ingenuidad.
Primero cometes un grave error al comparar y definir “piratería de contenido” con prácticas navales, cuando la verdadera definición de piratería es el “Robo o destrucción de los bienes de alguien.” Aferrándonos a la definición, la descarga de contenido a través de internet no le quita la posesión de la obra al autor, sino más bien, realiza una copia de la misma. Un atentado a la cultura tal vez sería ir a una disquera y robar un disco, en ese caso efectivamente notaríamos la falta de un elemento dentro del inventario de discos.
Por otro lado, ¿de verdad tu crees que si compras un disco estás otorgándole fondos a un artista? ¿tienes conocimiento de que porcentaje del valor total de un disco le llega a las manos al autor?
Cabe aclarar que ni Creative Commons ni Software Libre son alternativas gratuitas. Son alternativas libres o con algunas libertades.
Por otra parte y viendo que eres un verdadero amante de la cultura y su defensa dentro de los medios digitales, te recomiendo que enfoques tu investigación en la falta de coherencia de las leyes de derechos de autor, las cuales fueron generadas para fomentar el desarrollo de manifestaciones creativas y no para reprimir su desarrollo.
Cierro el comentario poniendo en cuestionamiento una de tus frases: “Toda creación es hija de algún autor”, creo que la misma debería ser modificada por “Toda creación es el producto de la intervención de un autor sobre una o varias obras anteriores a la creación de la misma.”
Saludos
P.D. Me encantó tu frase “Hay mucha gente “pobre” que no se gasta 5 euros en un buen libro electrónico, pero que se gasta casi a diario esa suma en un vino y una tapa.”