Sarah Lucas en la Whitechapel Gallery

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Sarah Lucas puede que sea la menos comercial de los artistas del grupo de los YBAs (Young British Artists). Este grupo se dió a conocer al gran público en la famosa exposición Sensation, organizada por la Royal Academy de Londres en 1997, en la que se mostraban obras de la colección privada de Saatchi. El grupo incluye también a Damien Hirst y Tracy Emin. La Whitechapel Gallery de Londres muestra una retrospectiva de la artista, patrocinada por Louis Vuitton, cuya visita no es recomendada para menores o para adultos que no quieran dejarse sacudir por una energética bofetada estimulante de cruda humanidad.

Sarah Lucas en el Telegraph

Decía Louise Bourgeois que un artista puede expresar cosas que a otras personas les produce terror expresar. Yo extendería esta afirmación para incluir que los artistas también pueden expresar cosas que a otros nos da vergüenza expresar, que nos son tabú y con las que en general no nos enfrentamos de manera consciente. El uso sexual del cuerpo y las funciones excretoras del mismo son los tabues por excelencia. La enormidad de eufemismos más o menos cursis con los que nos referimos a los órganos sexuales y a sus actividades son una prueba de las largas circunvalaciones embarazosas que tenemos que tomar para aproximarnos a estas materias.

De Sarah Lucas

La obra de Sarah Lucas, que se exhibe en estos momentos en la Whitechapel Gallery, está centrada precisamente en estos temas. A la entrada de la exposición se advierte a los visitantes que su contenido puede que sea no apto para menores. La primera instalación, justo a la entrada, está compuesta de unas medias color carne colgando sobre los restos desguazados y comprimidos de un Peugot rojo. Dentro de las medias hay una bombilla encendida que hace las veces de protuberancia ambigua, puede que pene puede que vulva, pues el abultamiento es muy pequeño. Ese juego de indefinición y androginia se repite a lo largo de la exposición donde hay más coches desguazados (¿por qué coches chafados asociados con penes?) y muchos más penes, pechos, culos y más protuberancias del relieve erótico corporal. Claro está que las esculturas son chocantes. Divertidas a la vez que repugnantes, horribles a la vez que, a veces, de una belleza formal difícil de explicar. Las referencias u homenajes a Duchamp, a Bourgeois o a Bacon son muy claras pero las obras no son copias de discípulo obediente, sino que tienen su propia firma y algo nuevo que aportar.

Urinal de Sarah Lucas

La primera sala está salpicada de urinales, algunos prefabricados como el definitorio del inicio de una era de Duchamp, otros hechos de materiales gelatinosos, transparentes, de un color ámbar como el de la orina. El váter que me produjo un impacto mayor fue uno sucio y oscuro, como de garito nocturno, que tiene inscrito dentro el texto Is suicide genetic? (¿Es genético el suicidio?). Cuando lo vi sentí una punzada en la boca del estómago que me produjo desazón. Es porque me hizo relacionar la excreción con la muerte, la soledad inevitable de uno en el cubículo del retrete con la soledad insoportable que imagino debe preceder al suicidio. Angus Fairhurst, que fue colaborador y pareja de Sarah Lucas, cometió suicidio en 2008.

Aunque sea tímida aun soy cerda

La instalación de título I Might be Shy but I’m Still a Pig (Puede que sea tímida pero sigo siendo una guarra), es quizá de entre todas la más brutal y efectiva en evocar ideas enfrentadas y emociones que pasan de la risa a carcajadas al horror, pasando por el asco y la pena. Aquí demuestra ser vulgar, bromista pero a la vez sofisticada y tierna, preocupada por temas como el maltrato y el abuso sexual. Creo que es una imagen difícil de olvidar, como otra de un pollo colgando de un somier de alambres que tiene puesta una camiseta con dos agujeros de los que asoman dos limones. A mi me resulta imposible no asociar eso a cierta vergüenza no del todo olvidada de la pubertad y los primeros sujetadores.

Sarah Lucas hecha de cigarrillos

Los collages y esculturas hechos de cigarrillos son parte de la firma sello de la artista y seguro que este aspecto se comercializará en forma de estampados de telas o diseños de cubiertas de libros, como se ha hecho recientemente con los lunares de la artista neoyorquina de origen japonés Yayoi Kusama. Con este material Sarah Lucas ha realizado un Cristo, un orinal y muchas otras esculturas. Tres de estos cuadros cuelgan de las paredes de la última de las salas. Un autorretrato, un retrato de Trotsky (Sarah ha vivido en México, que es donde el revolucionario fue asesinado) y una composición muy armónica, con título en español, Ritmo, que representa quizá lo opuesto de todas las demás obras circulantes, es decir, ritmo, armonía, compenetración amorosa. ¿Por qué Trostky en el mismo conjunto? Disidente de los disidentes, asesinado por sus propios compañeros de partido. ¿Alguna analogía entre él y la artista?

Sarah Lucas corte de mangas

A las mujeres escultoras se les criticó mucho durante los sesenta y setenta del pasado siglo que usaran materiales de la vida cotidiana, clasificados como femeninos por pertenecer a la esfera de lo doméstico, como macarrones o madejas de lana. La contestación consistente en usar cigarrillos doblados no puede ser más eficiente. La ironía de producir este conjunto con estos fags no es casual, sino que juega con la asunción o el rechazo del papel de ladettes con el que, durante los noventa, se las etiquetó a ella y a Tracy Emin (esa, para algunos, Sarah Pallin del arte). En esta época se extendió en Gran Bretaña la cultura de las laddettes, (¿tiorras?), mujeres jóvenes que se comportaban como hombres vulgares y buscaban relaciones sexuales de una noche, se emborrachaban hasta perder el sentido y hablaban a gritos soltando tacos y burradas. Estas composiciones, junto con las fotografías gigantes de desnudos masculinos que tienen los órganos sexuales tapados con chuletones –evocando las obras de Francis Bacon–, botellas de leche o latas de cerveza medio abiertas con espuma chorreando son obras que expresan una respuesta sarcástica, un verdadero corte de mangas al uso publicitario de la provocación sexual. Eso sí, un corte de mangas rosa. Una ordinariez calculada tan fresca como estimulante.

Archivado en Arte, Galería, Instalación, Londres, Sexualidad
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