Es sabido por todos los andaluces que nuestro canal autonómico, Canal Sur (o RTVA), se caracteriza por estar enfocado a un público infantil y en la senectud: es decir, no hay programas o series que vayan enfocadas a un público joven o adulto. También es conocido el dominio que RTVE hace sobre esta, ya sea en contenidos audiovisuales como en publicidad, campañas, etc.
Por eso llamó tanto la atención la aparición de Flaman en el contexto televisivo patrio, y más aún en el andaluz, donde el sello de calidad que surge de Canal Sur son programas como Juan y Medio, Se llama copla y Se llama copla junior, etc. Se trataba de una serie novedosa (un superhéroe en España), fresca (embutido en el ambiente sevillano-cañí), y joven (aparte de que sus protagonistas son estudiantes en edad universitaria, está realizada por un grupo de treintañeros, los creadores de esa web-serie de fama mundial, Malviviendo). Su estreno, en 2013, batió los récords de audiencia de la cadena, pero un desarrollo un tanto errático y diversos fallos que ahora comentaré, fueron bajando al share, hasta el punto de que la cadena emitió los últimos capítulos de madrugada, tras reposiciones de algún otro programa.
Aunque lo normal en mis críticas es empezar por lo bueno y acabar por lo negativo, creo que en este caso daría una imagen negativa de la serie, influyendo en mucha gente en su no-visionado, y no es así. Por tanto, aquí voy a seguir el esquema opuesto.
¿Qué es lo peor de Flaman? Todo y nada. Al ser una serie con tantos elementos novedosos para los seriéfilos españoles, es normal que, aproximadamente, los cuatro primeros capítulos chirríen de una manera especialmente sonora. Aunque Sáinz (creador de Malviviendo y guionista en solitario, y por lo tanto showrunner, de Flaman) introduce bien a todos los personajes, su desarrollo es de lo más irregular. Quizá su extensión de 14 capítulos (de media hora cada uno, eso si) es lo que más lastra el guión.
En cuanto al segundo punto negativo de este pequeño milagro televisivo, hay que mirar al terreno actoral. Se nota, y muy mucho, el carácter amateur o directamente desconocido de muchos de los actores, empezando por el protagonista, Emilio Márquez. Márquez clava los gestos, las actitudes, la “chulería” de cualquier chaval cañí, pero cuando se trata de dar empaque al personaje, de hacerlo suyo, no cuaja: falla en la entonación, la profundidad (curiosamente en la dicción no, y mira que es difícil entender según qué acentos andaluces), y en la naturalidad en escena. Cuando se trata de ser natural, fuerza el personaje, y cuando tiene que forzarlo, es natural, y lo clava. Por eso su actuación me dejó una sensación agridulce. El resto, meros secundarios a su lado (por algo es el superhéroe), pero sí me chirriaba que actores como Adrián Pino tuvieran una dicción perfecta en pleno centro de Sevilla (es más, en más de una escena se oye claramente cómo se le escapan ademanes del acento andaluz, haciendo aún más forzosa la secuencia. Y ahora pasamos a lo bueno.
¿Una serie andaluza sobre un superhéroe sevillano, que además es comedia y te hace reír de verdad? ¿Quién no se habría echado a reír con sólo escuchar la idea? Pues tuvo que venir Flaman a callarnos la boca. Para hablar de Flaman y sus puntos positivos hay que hablar de Malviviendo. Esta aclamada y famosa web-serie nació en 2008, resultado de los esfuerzos de un grupo de amigos de veintitantos a treinta y tantos, en pleno estallido de la crisis económica en España. La serie seguía las vicisitudes de un grupo de personas en el barrio ficticio de los Banderilleros, en Sevilla, y pronto se hizo un hueco en los must see de los seriéfilos. La serie, que ha finalizado este año con su tercera temporada, catapultó a sus creadores (David Sáinz, David Valderrama, Carlos Medrano, Daniel Mantero, etc.) lejos del anonimato. Merced a la fama que tuvieron en Andalucía (que luego se amplió al resto de España y más tarde al mundo), pudieron presentar la idea de Flaman a esa cadena un tanto antigua y ajada como ya he dicho que es Canal Sur, que les concedió esa temporada de 14 episodios que demandaban.
Malviviendo se distinguía por sus ácidos guiones (todos obra de Sáinz), mezcla de comedia y de critica social, por el homenaje hacia las series de televisión en general (su opening ha “copiado” los openings de muchas serie famosas), por sus inteligentes diálogos y por sus inolvidables personajes. Parte de todo ello se traslada a Flaman, donde sin embargo imperan los clichés (algunos clarísimos homenajes y otros inevitables al ser una historia superheroica). Sáinz repite como guionista en solitario, y aunque su crítica desaparece, el homenaje sigue ahí, enfocado ahora hacia las pelis y series de superhéroes (empezando por Spiderman, Superman, Batman…), como el diseño del traje, los “ayudantes” del héroe, los enemigos del mismo…, incluso los efectos especiales rememoran situaciones que ya hemos visto, pero con una personalidad especial.
Los diálogos siguen siendo de lo mejor de la televisión actual, reforzados por el acento de cada personaje (o actor), y es que además de ser inteligentes son cómicos, transmiten una familiaridad que ya la quisieran la mitad de las series “importantes” de cada año. Y, como en Malviviendo, lo que tenemos son personajes, decenas de personajes, todos creíbles y con rasgos característicos. Aunque para hacerles justicia tendría que hacer un artículo solo para ellos, quiero destacar los que en mi opinión se llevan la palma: primero, Ezequiel, el héroe, que sobre el papel es un convincente justiciero pero luego en pantalla lo reafirma; uno de los enemigos de la serie (es lo máximo que puedo decir sin soltar spoilers), impagable ver como homenajea a todos y cada uno de los malvados del cine para parecer aún más malvado; y ese profesor afeminado que es un espectáculo en sí mismo.
Por último, hay que hacer una mención especial a la dirección del mismo Sáinz, así como a los efectos especiales. Sáinz parece un auténtico experto hollywoodiense en rodar acción, mantiene la tensión y, junto a la buena música compuesta por Mario García y Pepe Frías, nos da auténticos bloques de acción adrenalítica y, lo que es mejor, verosímil. Pero nada de esto sería posible si los efectos especiales (imperativos en una serie o película de superhéroes) fueran una birria, algo de esperar si tenemos en cuenta que la cadena que produce la serie es más bien modesta. Pues sorpresa mayúscula: los efectos son geniales, espectaculares, creíbles. Podemos ver como Flaman destroza un coche o lo hace volar por los aires y no apartar la vista de pura vergüenza. Hay que matizar: no alcanzan el nivel de una superproducción yanki; pero ellos cuentan con cientos de millones para utilizar CGI a patadas, y aquí estamos hablando de una cadena autonómica, infinitamente más modesta.
Para concluir: Flaman fue un rara avis en nuestro panorama televisivo, un pequeño milagro que constó de una solitaria temporada, aun cuando el final auguraba una segunda temporada mítica. ¿Es este suficiente motivo para dejarla en el tintero? No. Sus virtudes, muchísimas, pesan mas que sus nimios fallos, comprensibles y tolerables.