Por si no lo sabéis a estas horas, hoy se cumplen diez años del estreno de una serie que cambió muchas de las reglas establecidas hasta el momento en la ficción televisiva. Lost se convirtió, desde el primer momento, en un nuevo referente que otros muchos intentaron imitar después, siempre sin éxito. Para hacerle un homenaje digno, y con el fin de que no quede un artículo excesivamente largo, he decidido dividirlo en las tres partes que considero claves para que hoy en día podamos hablar del llamado “fenómeno Lost”: Narrativa atractiva, Personajes y Fenómeno transmedia.
El concepto de Lost era arriesgado a todas luces, hay que recordar que Lloyd Braun fue despedido como director de la ABC por dar luz verde al piloto más caro de la historia, lo que nos lleva a pensar que Braun sabía lo que se traía entre manos y que la cadena confiaba mas bien poco en esta mezcla del reality Supervivientes y de Robinson Crusoe. En el apartado creativo, el guión fue rechazado y modificado varias veces hasta la contratación de J.J Abrams, que dio forma a la serie de la que hablamos, con la ayuda de Damon Lindelof y Carlton Cuse, que acabarían siendo los showrunners.
La narración con flashbacks no fue inventada por Lost ni mucho menos, pero su historia rodeada de misterio y suspense los necesitaba. Gracias a ellos, íbamos descubriendo de cuando en cuando una pequeña clave que, si bien planteaba más enigmas que respuestas, iba confeccionando un puzzle que nos pegaba cada vez más al televisor. Se ha dicho en más de una ocasión que Lost es la serie del cliffhanger por excelencia. Lo cierto es que esa experiencia de dejarte con la miel en los labios estaba cruel pero brillantemente ejecutada, para desgracia de todos, porque por delante nos quedaban seis largos meses de espera, llenos de especulaciones y teorías. Y eso no es del todo fácil, ni de hacer ni de vivirlo.
Para mantener el suspense, el cliffhanger no estaba solo, tenía como compañero de viaje al McGuffin, que todos sabemos que es una excusa, un cebo que nos ponen los guionistas para que lo sigamos mientras nos están contando lo que en realidad les interesa. En Lost hay muchísimos pero el principal y que agrupa al resto fue Qué es la isla. Y puede que en este punto es donde se encuentre el punto álgido de toda la polémica que rodea al final de la serie. Esa necesidad de la audiencia de obtener respuestas, en mi opinión, precipitó a los guionistas a dar una explicación a medias que no satisfizo a nadie. A unos por no contar lo que ellos querían y otros porque el final no es coherente al resto de la serie. Pero eso ya es otro debate.
Aparte de los personajes y el fenómeno transmedia, de los que hablaremos en los siguientes artículos, las referencias culturales enriquecieron la narración de Lost de una forma espectacular. Las más evidentes las teníamos a simple vista, los nombres de los personajes se correspondían con nombres de escritores, filósofos, etc. Como ejemplos, John Locke (o Jeremy Bentham), (Desmond) David Hume, Danielle Rosseau, Mikhail Bakunin, las referencias a Dickens o a Mark Twain a través de Sawyer. Todo esto para lo único que sirvió es para conseguir que un puñado de geeks leyeran sus libros, intentando hallar los misterios de la isla. Junto a estas referencias externas, también hay que citar las autorreferencias. En los flashbacks y flashforwards podíamos encontrar detalles tales como encuentros previos entre los ocupantes del avión, carteles en habitaciones, las marcas ficticias de chocolatinas o whiskys y, por supuesto, los números, una y otra vez los veíamos en camisetas de equipos de fútbol, matrículas de coches, números de teléfonos…
Es cierto que Lost llega en el momento indicado, pero tiene su mérito crear una meganarración que iba mucho más allá de una historia de robinsones. En aquellos tiempos, tenía la sensación de que los límites de esa historia eran inexistentes, pues no estaba acotada ni al tiempo ni al espacio. Me parecía infinita.