Todo el universo narrativo creado por Abrams, Lindelof y Cuse, que repasábamos en el anterior post nos despertó un interés inusitado y nos hizo adictos casi al instante por saber qué pasaría después, una y otra vez. Pero aunque su trama tenía fuerza por sí sola, lo mejor de Lost siempre fueron sus personajes.
Ya hemos visto cómo True Detective o Twin Peaks utilizan un crimen para adentrarse en la psique de los personajes, también en Lost el misterio sirve para explorar decenas de historias personales que ayudan a complicar (pocas veces simplificar) el puzzle. Y lo hacían dando protagonismo individual en cada capítulo, en el que los flashbacks nos contaban una pequeña parte de sus vidas. Esta forma de presentarnos a los personajes lograba una mayor identificación por parte del espectador y apego por ellos, de ahí a los dramas que se montaban cuando moría alguno.
La identificación de cualquier segmento de la sociedad era relativamente fácil teniendo en cuenta que el pasaje del vuelo Oceanic 815 era muy heterogéneo. Alli se mezclaron multitud de razas, religiones y condiciones sociales, imposible no verse reflejado en alguno de ellos o en algunas facetas de varios. En este sentido, para ser una serie de misterio y “ciencia ficción”, donde nos solemos encontrar roles más posicionados hacia el bien o hacia el mal, Lost contaba sus historias de forma objetiva y la frontera entre ambos lados se dibuja mas difusa. Estos personajes, además, estaban en constante conflicto, internos y con los que le rodean, ya sean enlos flashbacks o en la propia isla.
Para llevar a cabo esta tarea, ABC recurrió a un reparto semidesconocido en el que el gran público sólo conocía a Matthew Fox (Jack), por su papel en Party of Five (Cinco en familia), a Harold Perrineau (Michael), que salía en Oz y, por supuesto, Dominic Monaghan (Charlie), que interpretó a Merry en la celebérrima The Lord of The Rings. El resto, se convirtieron en estrellas de manera inmediata aunque a medida que el efecto Lost se fue pasando sus carreras volvieron a normalizarse, como en el caso de Evangeline Lilly (Kate), Josh Holloway (Sawyer) o Ian Somerhalder (Boone). Eso sí, a casi nadie le falta trabajo en la televisión americana.
La cuestión es que detrás del misterio, de la simbología, de las referencias, de los cliffhangers y McGuffins, los creadores de Lost pretendían contarnos historias menos grandilocuentes y más cercanas, lo que involucró al público cada vez más en la serie. Aunque Lost ya fuera un éxito total, todavía le quedaba convertirse en una obra de culto y generacional, y para ello se sirvió de un aliado en meteórico ascenso, Internet.