“Las brujas de Zugarramurdi”, un aquelarre que no embruja

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Álex de la Iglesia presentó en el Festival de San Sebastián su nueva producción, y hoy se estrena en las salas de toda España. Humor destroyer. Sin respiros. Si eres incondicional del director bilbaíno, puedes hacerte una idea de lo que te espera, sabes a lo que me refiero. En cambio, si lo tuyo es el ingenio más fino, las ocurrencias elegantes, no te acerques al cine y ahórrate las palomitas. O róbalas a punta de pistola. Sé un hombre. Eso sí, fíjate antes si la dependienta tiene un aire a Carolina Bang, a Carmen Maura, a Terele Pávez… o es una bruja anónima. El yugo del matriarcado.

Zinemaldia Carmen Maura

Me derrite el surrealismo. Venero al caballo que inventó el humor absurdo. Soy practicante en la religión de las sátiras. Tiro tomates que después aprovecho en la ensalada, si hay una buena peli gamberra y políticamente incorrecta. El cine fantástico es la estrella que me guía a Belén o a Mordor. Por eso estoy deprimido. No me gustó nada la película de Álex de la Iglesia. El esperado aquelarre de Las brujas de Zugarramundi. El taxi estaba pagado, el cineasta de barba blanca y gafas de pasta negras abre la puerta del copiloto… y no entro. No puedo. ¿Fantasía? ¿Terror? ¿Comedia? No puedo, no sé.

Cartel

Su factura técnica es impecable, y su dirección, mucho más que correcta. Las interpretaciones no pasarán a la historia, y sin embargo, no desmerecen, no nos ponen de los nervios. No están a la altura del Stanley Kowalski que en su día nos arrancó el bestia de Marlon Brando en Un tranvía llamado Deseo, pero tampoco es para pegarles un tiro al amanecer. Bang, bang. El agujero negro es el guion. Flojo, flojo. Grotesco. Más que la idea, su desarrollo. Muy poco original. Se las ve y se las desea para captar mi atención, para que me interese por algo que pasa en la pantalla. Una especie de Airbag, muy menor, pero con brujas y escobas. Carcajadas sueltas y caprichosas. Desde luego, este trabajo no es comparable a El día de la bestia o a La comunidad. No. No es tan sólido. Se esfuma en el aire.

Creo que me estoy haciendo mayor… o directamente viejo. Esta guerra de sexos que se presentó en la sección oficial fuera de concurso destrozaba mis tímpanos, y el humor destroyer, me dejaba frío, no gané ningún premio, no pude sonreír. En la sala algunos espectadores lloraban de risa, otros se frotaban los ojos incrédulos. Yo era un emoticono amarillo con los ojos muy abiertos. El público del Zinemaldia es generoso. Aunque entendido. Y estoy seguro de que pocos cinéfilos romperían un triste cántaro de barro para salvar de un incendio esta película. No es agua lo que necesita…

Voy a contarte su argumento, a ver qué te parece. Una pandilla de frikis que “trabajan” en La Puerta del Sol, desesperados, perdedores con graves problemas de adaptación a la vida real, un Jesucristo plateado, un soldadito verde, Bob Esponja, el hombre invisible… atracan allí mismo y a pleno día, una tienda de “Compro Oro”. Empezamos bien, ¿no? Pues yo ya arqueé una ceja como Carlos Sobera. Esto es ridículo…

Jose es un padre divorciado que desea la custodia compartida y lleva a su hijo Sergio al atraco porque coincide con un martes, y no piensa romper el horario de visitas ni por el atraco ni por nada; Tony, relaciones públicas de la discoteca Esperma, actualmente en paro; Manuel, taxista aterrorizado y admirador de Iker Jiménez, que emprende la huida con los atracadores al ser elegido su taxi, de manera improvisada, como vehículo de fuga. Silvia, la ex-mujer de Jose, no parece dispuesta a permitir que su hijo sea secuestrado por el irresponsable de su padre. Para ello cuenta con la colaboración de Calvo y Pacheco, dos policías nacionales que deciden, con gran empeño, atrapar a nuestros héroes. Objetivo: llegar a Francia, y de paso, visitar Disneylandia. A Sergio le hace ilusión. Desgraciadamente, el botín está maldito: veinticinco mil anillos de boda en una bolsa precintada desprenden una energía negativa más poderosa que el Arca de la Alianza. Una terrible maldición se cierne sobre el taxi del terror. Al llegar a la frontera, caen en las garras de un grupo de sorguiñas vascas, que conservan la milenaria costumbre de practicar la brujería y reírse de los hombres. ¿Conseguirá Sergio el ansiado autógrafo de Mickey? ¿Superará Jose el miedo que le inspira su ex? ¿Llegará el día en que Tony sea capaz de utilizar una encimera de inducción con la sartén adecuada?

Los protagonistas son Hugo Silva y Mario Casas, los dos guaperas a los que esperan las niñitas en la alfombra roja para que les firmen un autógrafo en una hoja perfumada o para que se saquen una foto robada con ellas. Pura envidia de este que escribe. Una pareja cómica que se besan como Madonna y Britney Spears. Dos víctimas. No es el mejor papel de Carmen Maura, la flamante Premio Donostia, aunque cumple como siempre, y Terele Pávez nos muestra una vez más, su cara de mala leche. Un rostro cincelado e inconfundible, arrugas necesarias, y una mirada que congelaría el mismísimo infierno.

Muchas de las risotadas tienen truco y están bien buscadas pero son previsibles. Como los dos que se dan la mano mientras corren en la secuencia final. O el cliente que iba en el taxi, y al que secuestran sin proponérselo, sin mala fe. Un tipo que se encuentra en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. Sólo quiere ir a Badajoz, tiene una cita importante allí, necesita ir a Badajoz. Y claro, lo repite una y otra vez. El señor… y Álex. No le importa quienes sean o lo que hayan hecho, él quiere ir Badajoz. ¡Soltadme! Pobre…

Compro oro atraco Jesucristo

La traca final es una revoltijo entre El circo de los horrores, El baile de los vampiros, El Hobbit, The Walking dead y Torrente. Grandilocuencia y rebosamiento. Personajes totalmente exagerados pululando por esa casona medio derrumbada, por cuevas y pasadizos, cientos de brujas vociferando en ese aquelarre donde aparece una Diosa Madre que te deja sin habla y que te trae a la memoria inevitablemente a Guillermo del Toro. ¿Extravagante? El Baga, biga, higa cantado por el estupendo Mikel Laboa junto al Orfeón Donostiarra sonando a todo trapo, una épica que no acaba de envolvernos…

Álex de la Iglesia entiende la industria como nadie. Las brujas de Zugarramundi es una película que invita a la risa, es como ese amigo que te invita a una copa… y luego no paga. Un espectáculo escandaloso que va tan deprisa, se sabe tan loca y disparatada, que se sale en cada curva. Encontrarás imágenes chocantes, muy originales, y otras, que rozan el ridículo. Atento a los títulos de crédito. De lo bueno, lo mejor.

Archivado en Álex de la Iglesia, Carmen Maura, Cine, Donostia Zinemaldia, Festival de San Sebastián, Las brujas de Zugarramurdi
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