Se acabó lo que se daba. Tras ocho temporadas el pasado domingo finalizó Dexter en Estados Unidos. El lunes se emitió el último capítulo en España a través de FOX Crime. El asesino en serie con el que más hemos empatizado en la historia de la televisión dijo adiós con un final que no ha contentado a nadie.
El final de una serie es siempre un asunto controvertido. Nunca nadie se conforma con lo que los guionistas han preparado para sus personajes. Ni siquiera el final de Los Soprano consiguió contentar a todos. Una serie se extiende durante años por lo que el televidente se imagina al final de cada capítulo, de cada temporada, cual será el desenlace. Eso no ocurre en el cine, donde la expectación no dura más de dos horas. Dejando el contexto a un lado, el final de Dexter es malo, sobre todo el último minuto.
No sólo el capítulo final, la temporada entera no ha estado a la altura de las cuatro primeras, eso ya se sabe, pues la decadencia empezó desde aquel grandioso final. Nunca más hubo un villano como Trinity, encarnado de forma brillante por John Lithgow. Los personajes secundarios podrían haber sido mejor aprovechados, había mucha materia prima para ello. Véase el caso de Batista y Masuka, dos personajes que se diluyen en la última temporada. Su presencia es tan testimonial que parecen figurantes con frase capítulo tras capítulo. Ni pinchan ni cortan en la trama principal.
La línea argumental tampoco sale bien parada. Una temporada final tiene que estar más trabajada en los guiones, todo debe tener un por qué. La Doctora Vogel prometía ser un personaje muy importante, clave en el desenlace, también el pupilo de Dexter, Zach Hamilton y ambos salen de la serie con los pies por delante, sin que su cometido haya sido útil para la trama. La novia psicópata del protagonista, Hanna McKay, deja de ser asesina por arte de magia y sólo la vemos cocinar y tomar el té en los últimos capítulos, como si de Rita se tratase. Qué grande hubiera sido la temporada si todo los personajes hubieran estado implicados en la trama central y no al margen.
No quiero entrar a valorar cuál hubiera sido un buen final para mi. Me da igual. Nunca me siento decepcionado porque el final no sea el que imaginé, en realidad trato de no pensar en uno y suelo dejarme llevar por los guionistas. Pero esta series finale no hay por dónde cogerla. No por lo que ocurre, sino por cómo ocurre. Todo podría haber sido igual pero bien hecho. Si a Debra le disparan y muere, pues genial, pero no nos pueden vender una recuperación ilusioria para luego matarla otra vez. Que Dexter sea el que la mate me parece también desgarrador y muy irónico. Lo que no tiene sentido es que saque a su hermana del hospital y la hunda en el mar junto con los cientos de asesinos desmembrados que había arrojado anteriormente. Pero el despropósito ya es total si vemos a Dexter dirigirse a una tormenta, sobrevivir a ella y vivir el resto de su vida como un barbudo leñador. De la mirada final ni hablamos.
Sabiendo que las comparaciones son odiosas y muchos pensarán que innecesarias, es inevitable comprobar cómo ha resuelto el puzzle el vecino. Breaking Bad, con la que Dexter ha competido todo el verano, roza la perfección con su última tanda de capítulos. Tiene a todo el reparto implicado en el desenlace y unos personajes que han evolucionado significativamente a lo largo de la serie. Y las comparo porque también tuvo altibajos en la tercera temporada pero supo sobreponerse hasta ser la obra maestra que es ahora.
A pesar de todo, Dexter siempre ocupará un hueco en nuestra memoria. La serie nos ha regalado momentos memorables, personajes carismáticos y buenos actores. Empecé viendo esta serie por Michael C. Hall, que por aquel entonces era conocido por su personaje en A dos metros bajo tierra, David Fisher, hoy para todos es Dexter Morgan. Goodbye Dexter Morgan.