Todo el mundo hablaba del libro. Ya no podía pasear tranquilo por las calles de Nueva York, no podía hacer jogging por Central Park sin que me reconocieran y exclamaran: «¡Es Goldman, el escritor!».
Así empieza la novela, y así empiezo yo mi artículo. Porque es verdad, todo el mundo habla de tu libro… Joël Dicker. Aún diría más. Todo el mundo habla bien de tu libro, no necesitas entrenar tanto. ¿Todos?
Las últimas letras que han bailado en mi mente son palabras de Barnaski, se han filtrado a la prensa las primeras cincuenta páginas de la segunda novela de Marcus; y las notas. Una especie de WikiLeaks municipal. Glup. Qué mal rato… Es lo que tienen los secretos compartidos por más de una persona. Es lo que tiene “Mundos paralelos”. Comentamos la historia mientras leemos. Si has llegado hasta aquí y no me has hecho trampas, podemos servirnos un Old Fashioned y charlar un rato. ¿Te apetece? Al menos, tú, Carlos.
¿Quién mató a Nola Kellergan? A estas alturas, cuando solo he leído la primera parte, sigo olfateando el rastro… pero claro, como soy un palabrero que no destila sus pensamientos, y que al mismo tiempo, cree que tiene “esposado” al sospechoso que mejor encaja con las pistas, me armo de valor y subo al púlpito de este blog para articular mi hipótesis. Qué vértigo. Gran Sherlock que estás en los cielos, perdóname las ofensas, ten piedad, reconozco que podría estar manipulado, el señor Dicker podría estar sujetando mi cabezón para que mire hacia allí.
¿Crees que tengo a Travis entre ceja y ceja? En las últimas páginas ha sucedido algo que nos ha descompuesto. Su brutal paliza, porra en mano, a Luther Caleb, pone en la picota al jefe de la policía local de Aurora, ¿verdad? Esa reacción celosa… Teniendo en cuenta que a Nola le aplastaron el cráneo con un bate o algo parecido… la lógica nos induce a sentar en la silla eléctrica al indeciso pretendiente de Jenny. Y sin embargo, es obvio que él no es nuestro “hombre”. Fue el primer agente que se personó en busca del asesino, cuatro minutos después de la llamada de Deborah Cooper a la Central de policía. Si estaba corriendo por el bosque… es imposible. ¿Sacó su móvil del bolsillo para responder, jadeante y con sangre en los ojos? ¿En 1975? Descartado.
El reverendo es un cobarde que no se atrevía a hacer frente a su mujer. Ponía la música tan alta para no “enterarse” de las palizas. Quiere a su hija… a su manera. Se preocupa. Descartado. Me creo la versión de Elijah Stern, ama el arte, tiene vocación de mecenas (también cedió gratis la casa de Goose Cove a Harry) y no tiene las ataduras “morales” de los “pueblerinos”. ¿Cultura o libertinaje? ¿Libertinaje cultural?
A lo que iba. Vio algo en ese chófer sensible. Un flamenco con las palmas rojas lo llamaría duende. Creyó en él, en su talento a pesar de su talante. ¿Para qué guardar durante tantos años el cuadro de Nola “desnuda”, si de verdad tuviera algo que esconder? El individuo más rico de New Hampshire solo admira la belleza, el genio de ese Frankenstein reservado. No olvidemos que la niña se subía al coche contenta y conforme, en contraste con las lágrimas de cuando volvía a su propia casa. Abandono este rastro.
Luther era un artista… magullado. Una sombra sensible. Después de la somanta de palos que recibió diez días antes, no creo que su objetivo fuera Nola. Ahí demostró su carácter sumiso. ¿Por qué la iba a matar? El jefe Pratt bastante tiene con lo suyo. Se desmoronó y confesó. Culpable… pero no de asesinato(s). Si desechamos a las mujeres, porque la señora Cooper vio a un hombre… mi acusado es Bobbo. El padre de Jenny.
En su primera conversación con Harry, habló de un Monte Carlo negro. Y el escritor le dijo que lo mejor es comprarlo, y después, pedir permiso. Conoce perfectamente la zona, y podría haber escapado aquella noche.
Tamara, como le dijo al psicólogo, ahora lo apunta todo. Y Bobbo pudo leer “por casualidad” que existía un papel que incriminaba a Harry y que estaba en la caja fuerte de la hamburguesería, en Clark’s. Pudo robar la llave y después hacer lo propio con la gran prueba de su mujer. No parece complicado. ¿Por qué no la ha usado contra el escritor aún? Veremos.
Los caramelos no son Chupa Chups pero se comen igual. La nota en la tarjeta que estuvo a punto de enviar cuando la chiquilla intentó suicidarse empieza con un “Muy querida Nola”. ¿He dicho nota? ¿Escribe notas? ¿Le gusta mandarlas? Y la imagen representa un perrito. Será mi mente calenturienta… pero creo que leí que no había mucho sexo entre los papis de Jenny, y a Bobbo le gustaba pasearse en calzoncillos los domingos. Si a eso le sumamos que Nola era… una chica “divertida”, amante del noble arte en el que también se foguearon Joan Crawford, Catalina II ”la grande” o la reina Isabel I de Inglaterra… ¡Bingo! Iba a clase entre semana y trabajaba de camarera los sábados, pero como no era creyente, quizás no necesitara descansar los domingos.
El único de los personajes que todavía no ha enseñado su lado oscuro.
Tamara dijo que tenía cáncer en la garden-party y Joël no menciona que después se lo desmintiera. Por ahora. Si no tienes nada que perder…
Es su “jefe”. Se conocían. No necesitaría usar la fuerza para que ella saliera por la ventana. Aunque es probable que la abordara fuera, ella tenía previsto huir con Harry.
Trabajaba de ingeniero en una fábrica de guantes. No sé si será importante, pero también lo apunto.
No renunciando nunca. Mire, Marcus, la libertad, el deseo de libertad es una guerra en sí mismo. Vivimos en una sociedad de empleados de oficina resignados y, para salir de esa trampa, hay que luchar a la vez contra uno mismo y contra el mundo entero. La libertad es un combate continuo del que somos poco conscientes. No me resignaré nunca.
¿Os habéis preguntado por qué un suizo sitúa su novela en Estados Unidos? Casualmente cerca de Maine, un nombre que recuerda a… Stephen King. ¿Para meter miedo? La respuesta la tiene Orson Welles en El tercer hombre. Me encanta este monólogo.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es una novela adictiva, sin duda. Las páginas vuelan. Blanca y no negra, a pesar del fondo inmoral y escabroso que se cuela velado entre sus líneas. La escritura de Joël Dicker es simple, sencilla, fácil de leer para cualquiera; y mantiene la intensidad, es un buen narrador. La estructura es compleja, salta con habilidad de 1975 a 1998 o al 2008. Eso me ha gustado mucho, porque no te marea. Maneja con maestría la investigación… ¿Novela negra? ¿Un nuevo Stieg Larsson? Desde luego que no. Y mucho menos Raymond Chandler, James M.Cain o Dashiell Hammett… ¿estamos de broma? Yo creo que su pretensión es parecerse a Agatha Christie. Más actual y sofisticado, pero Agatha Christie. ¡Que no es poco! Veremos si el final está a la altura.
Más que Grisson o Hércules Poirot, Marcus Goldman es Jessica Fletcher (Ángela Lansbury). Igual de entrometido aunque algo más torpe. ¿Lo de guapo o “mono” es para que tenga éxito su adaptación al cine? ¿En este mundo de la imagen ya no venden la personalidad, el trabajo y el ingenio? ¿De verdad este chico, el protagonista, es incapaz de trabar amistades? No sé. No te digo que yo le prestara una novia un fin de semana, pero no me importaría invitarle a una cerveza. Parece majete.
Cada capítulo comienza con un consejo del maestro. Y no solo literarios… Es una cuenta regresiva. Original. Hablando de originales…
Carlos, ¿no crees que esta novela podría estar inspirada en A sangre fría de Truman Capote? A ver si te suena, un famoso escritor de Nueva York investiga en un pequeño pueblo unos crímenes espantosos que han conmocionado al país. Allí hace preguntas incómodas a los lugareños con la sana intención de publicar un libro… que relance su carrera y sea un superventas. Y de propina, tintinea sobre la mesa una moneda con la cara del principal acusado. Nuestro célebre literato se implica emocionalmente.
Aunque el frívolo de Truman es más crudo, menos frío. Su sangre es más roja, su sangre mancha, sus asesinatos son más crueles y reales. Capote es más auténtico hasta desayunando en Tiffany’s. Echo en falta episodios ásperos en esta novela. No una ordinariez o brusquedad gratuita, no me malinterpretes. Pero no me digas que la historia no pide otro tono en algunos capítulos. No quiero pensar que sea censura o autocensura para vender más, sencillamente creo que es el estilo de este suizo. No, no hay un propósito comercial.
La novela tiene varios puntos de interés para el debate. Asuntos serios. ¿Por qué tantos novelistas usan un escritor como protagonista de sus historias? ¿Debe un creador ajustarse a los plazos del mercado? ¿Es posible tragarse un catalizador que acelere, induzca o propicie la inspiración artística? Supongo que si subes a la noria de la feria y tu tren de vida es el de una estrella del rock o del cine… Vale, vale, vale, estoy contigo, quizás esta cuestión no sea la más trascendente. Curiosidades mías, maldita sea. Paso a la siguiente.
Me ha parecido muy llamativo el peso que el autor concede a las apariencias en la novela. Fingir, ocultar y mentir son tres palabras del maligno que no queremos escuchar, y que sin embargo, nos acechan… cuando salimos a la calle son nuestras compañeras de viaje, somos ratas siguiendo al flautista de Hamelín. Joël pone el dedo en la llaga y quiere que nos quitemos la máscara, que diría un tópico. Y tras esto… un consejo: la importancia de saber caer. Sea boxeo, sea literatura, sea la vida. Hay que saber caer… para después levantarse. Un eslogan muy americano, ¿no?
¿Qué me dices de su comparación con Nabokov? Si mi memoria no me engaña demasiado, el escritor ruso era más fino, más sutil, más sugerente, usaba dobles sentidos y otros recursos estilísticos que Joël no explota. ¿Qué tienen que ver el profesor Humbert Humbert y el autor de Los orígenes del mal? Una obsesión, un amor. Pero… recuerdo perfectamente que Jenny describe a Nola, y dice que ya aparentaba ser mujer, que parecía mayor, que no representaba 15 años. Por tanto, no era una Lolita. ¿Es posible un amor con una niña de 15 años? Un asunto espinoso. Gracias a Dios, no me he visto en la situación de Harry Quebert. De primeras y lanzándome al vacío sin matices, yo también censuro esa relación.
El maestro de Marcus está a punto de aceptar el trato del fiscal a pesar de ser inocente. ¿No te da rabia? No quiere ir a la silla eléctrica. Otro tema polémico sobre el tapete: la pena de muerte. No obstante, es una chaqueta muy manida que no me pienso poner. Tienes que estar harto de leerme si has llegado hasta aquí, así que pronto te daré un descanso. Cinco líneas más. ¡Aguanta!
¿Por nos negamos a pensar que alguien cercano, un amigo o un familiar, pueda cometer atrocidades? ¿Todos los asesinos tienen que tener cara de asesinos y ser solitarios? ¿Por qué no pueden ser adorables y encantadores? De hecho yo soy adorable y encantador… Ups… Como iba diciendo… y como ves, tengo muchas preguntas y pocas respuestas. Es mi sino. Otra más. ¿Te parece romántico esperar toda una vida a tu amor imposible? ¿Qué sientes cuando narran el noviazgo entre Harry de 34 años y Nola de 15?
Todos los artículos de La verdad sobre el caso Harry Quebert en Mundos paralelos.
[…] los hechos que fundaron la amistad con Harry, sino a sus dilemas y experiencias como escritor. Ya Gorka se ha encargado de mostrarnos las posibles referencias literarias y queda claro que Dicker promete, […]
Debo confesar una cosa: no he podido parar al final de la primera parte y tuve que estar dos días seguidos leyendo. Ya le escribiré a este niño prodigio porque ahora le toca a él terminar la parte de mi tesis que no he podido trabajar en estos días. Eso para decirte que intentaré no adelantar nada pero quiero felicitarte por tu comentario, Gorka, muy simpático y perspicaz. Hay momentos que no pude contener la risa. Entonces los espero para comentar un poco más. Hasta el próximo sábado! Saludos. Giovanna
¡Hola, Giovanna! Creo que tenemos algún “amigo” en común 😉
Gracias por lo de perspicaz, pero… eran disparos al aire. Veremos si cazan algún trofeo. 🙂 Ya te adelanto que en el primer párrafo del próximo artículo pido perdón.
Espero que este sábado nos leas también, y te animes a escribirnos otra vez. Necesitamos más puntos de vista.
¡Un saludo!
[…] “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, la verdad sobre Jöel Dicker […]
[…] El punto de partida es el ya conocido: 30 de agosto de 1975, el último día en la vida de Nola Kellergan. La pequeña hija del pastor que nunca llegó a la cita en la habitación número 8 del Sea Side Motel desapareció en extrañas circunstancias, pero resulta todavía más extraño la forma en la que Gareth Pratt, el jefe de policía, ha llevado la investigación. Con un dedo apuntando a Harry y otro señalando en la dirección del millonario Elijah Stern y su chófer Luther Caleb. […]
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