La cuarta temporada de Game of Thrones está a un paso de su final tras nueve fantásticos capítulos que nos han hecho disfrutar y sufrir a partes iguales. La serie creada a partir de la saga literaria de George R.R. Martin nos plantea un mundo a caballo entre lo medieval y lo fantástico, algo poco novedoso, pero desde un ángulo mucho más cruel, salvaje y más cercano a la realidad, tanto de la época en la que está inspirada como en la política actual.
Está claro que la adaptación televisiva de Song of Ice and Fire se ha convertido en un fenómeno de masas, de hecho la semana pasada superó a The Sopranos como la serie más vista de la historia de HBO. Las razones de tal éxito las encontramos en el hecho de ser un relato fantástico y épico, el carisma de algunos personajes y esas muertes selectivas de personajes importantes que nos han sacado el corazón del pecho cada temporada. Este último hecho suele enfadar a muchos seguidores, que no comprenden cómo los supuestos héroes del relato son constantemente sometidos por los antagonistas.
Esta concepción de un mundo fantástico es, para muchos, demasiado cruel y señalan que Martin se ha pasado con tanta injusticia. El futuro incierto de Tyrion Lannister, el personaje favorito de gran parte de la audiencia, ha enardecido a las masas en las redes sociales. El propio escritor tuvo que salir en defensa de su obra sugiriendo que Westeros (Poniente) no es muy diferente al mundo real, en el que los poderosos siempre se salen con la suya, los pobres son sometidos y el que intenta cambiar las cosas queda reducido a escombros. Y lleva toda la razón del mundo ya que, aunque todas las aberraciones de nuestra sociedad actual no las veamos en la televisión a modo de ficción no quiere decir que éstas no ocurran. Ya sabemos de sobra que la realidad siempre ha llegado más allá.
Ese tratamiento duro, mostrando son filtro todo tipo de barbaridades, junto con la vulnerabilidad narrativa de todos los personajes, es lo que más me interesa de Game of Thrones. Todo ello dibujado en una amplia variedad de grises y alejándose siempre de los extremos. Muchos protagonistas son antihéroes, y los que son héroes clásicos acaban muertos, al menos hasta ahora. Y ahí reside el gran mérito transgresor de Martin. Pero junto a toda la violencia y sexo explícitos, también hay cabida para episodios como The Watchers of The Wall, en el que la épica más clásica también se abre su propio camino.