Hace algunas semanas que finalizó The Newsroom y ha pasado el tiempo suficiente como para poder evaluarlo con cierta perspectiva. Sobre todo en el caso de esta serie, cada paso hay que darlo con pies de plomo pues como toda obra de su creador, Aaron Sorkin, tiene haters y fanáticos, todos ellos casi extremistas.
Yo siempre he defendido a The Newsroom porque me ha parecido una serie fresca, muy interesante desde el punto de vista periodístico y con unos personajes con mucho carisma (aunque había otros odiosos). Además, era mucho menos pretenciosa de lo que todo el mundo piensa porque, si la analizamos a fondo y desde una perspectiva adecuada, nos damos cuenta de que su mayor pretensión es entretener. Cierto es que a un producto de tan afamado guionista y de una cadena que no se toma a broma ni siquiera la comedia, se les puede exigir algo más, ahí estamos de acuerdo.
Tras pedir perdón por las dos primeras temporadas (de forma incomprensible), Sorkin había decidido acabar con The Newsroom con seis episodios que supusieran un final digno para lo que había sido una serie muy polémica. Pero el guionista no quería despedirse sin hacer ruido y nos ha dejado material para que sus detractores afilen sus cuchillos y empañar el final fuera cual fuera. Personalmente creo que decidió meterse en un charco en el que no tenía que meterse y más a falta de dos episodios para el final y en una trama que poco (nada) aportaba a la historia. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la trama de la violacion de una chica en un campus universitario. En ella, Sorkin posiciona a un personaje teóricamente a favor del violador aunque la mayoría no se enteró de la misa la mitad pues dicho personaje estaba intentando convencer a la chica para no ir a la televisión a contarlo.
Que se hable de esa secuencia sobre todo muestra el bajo nivel que han tenido los seis capítulos finales, muy alejados de lo que debería haber sido la serie y de lo que deberían ser los últimos coletazos de cualquier serie, sólo enmendado (en parte) por el capítulo final, que nos toca el corazón con el clásico buenismo de sus personajes y unos minutos musicales lacrimógenos. The Newsroom podría habernos dejado un mejor recuerdo, mimbres había de sobra, y Sorkin podría haber dejado la televisión, el medio que le encumbró, por la puerta grande. Pero no ha sido así.
