Después de un otoño desierto de ficción, excepto por El tiempo entre costuras, parece que es ahora, en la midseason, cuando las cadenas españolas han decidido estrenar lo que tenían guardado en los cajones. Anoche fue el turno de Velvet en Antena 3 y B&B en Telecinco. Efectivamente, dos estrenos el mismo día.
Me dieron a elegir y tuve que escoger a Velvet, la serie de Antena 3. Lo hice porque me gustan todas las producciones de Bambú, creo que están haciendo un gran trabajo y un gran esfuerzo para mejorar el panorama de la ficción de nuestro país. Además, se está hablando de ella desde hace tiempo y tenía ganas de ver el resultado. La verdad es que no me decepcionó. Muy buen reparto (de lujo), ambientación, vestuario, guión y realización. Lo único que le podríamos echar en cara es la insistencia de esta productora en hacer series de época (excepto Gran Reserva, ya).
Me gustaría haber visto también B&B, pero no pudo ser. La verdad es que con ésta tenía menos interés. Las series de Globomedia me suenan siempre a los mismo, con sus desayunos familiares con product placements incluidos. Igual me equivoco pero hasta que la vea (y pienso hacerlo) sólo tengo prejuicios. No me suelen gustar las series de Telecinco, pero tras el éxito de El Príncipe voy a darle una oportunidad.
Los espectadores españoles tenemos una gran carencia de ficción nacional de calidad, ya sea por la crisis, por sequía creativa o por la falta de confianza de los ejecutivos. Y encima éstos colocan sobre los hombros de los televidentes la decisión de elegir qué serie consigue sobrevivir y cuál no, cuando podríamos disfrutar de ambas. Por cierto, que no hacía falta ser un gurú televisivo para saber que Velvet ganaría la batalla, por lo que Telecinco ha ido a la guerra con una espada de madera, con lo fácil que hubiera sido programar un producto más barato y poner en valor tu serie estrella de la temporada otro día.
La ética no es algo que se estile en nuestro país en los tiempos que corren. Ni en el sector audiovisual ni en otros ámbitos, como la política. En españa muchos entienden la competencia como la destrucción del adversario ya sea con técnicas sucias como la contraprogramación, o como el último y desesperado recurso de llevar al oponente a los tribunales. Y como siempre, los que perdemos somos los mismos.