La exposición de Carlos Rivera Lauria en la Galería Orfila es puramente conceptual, está formada por sus ideas y el discurso es el único peso intelectual que poseen estas obras, es el concepto lo que les da sentido como arte.
Estas obras requieren de la atención del público, de un proceso y análisis, un íntimo acercamiento a la obra que resulta mucho más importante que la obra en sí. Esta exposición nos abre a multitud de posibilidades, a la espera de nuestro juicio crítico.
Este arte conceptual se fundamenta en la investigación llevada a cabo por el artista. Asimismo, la existencia de un arte conceptual implica la relación entre dos partes. El emisor, el artista, dependerá de la visión del espectador, el receptor, que interpretará su trabajo, y de él dependerá su posicionamiento artístico, argumentando sus explicaciones.
El principio esencial de esta idea del arte reside en la comprensión del lenguaje artístico a través de los tiempos y de la historia del arte, sea contemporáneo o procedan de otras épocas, independientemente de los elementos empleados para la construcción de las obras.
Es una nueva manera de mirar y admirar el arte que la Galería Orfila nos presenta de la mano de Carlos Rivera Lauria (Santa Fé, Argentina, 1951), que vive desde 1966, entre Madrid, Segovia, Alsasua y Bilbao.
Expone individual y colectivamente desde 1981 en diversos espacios de arte, galerías y centros culturales de América, Europa y Marruecos. Cabe destacar, entre sus últimas exposiciones individuales, las celebradas en Galería Multiespacio, Madrid (2006); Centro Cultural Matadero, Madrid (intervención artística con el grupo “En busca del Pasto”) (2007); Sala La Paloma, Ayto. de Madrid (2008); Claustro del Torreón, Diputación de Ávila (2010); Hotel El Minzah, Tanger (Marruecos) y Fundaçao Dr. Luis de Araújo, Oporto (Portugal) (2011).
El crítico Andrés Isaac Santana, en el catálogo de la exposición “Construcciones”:
De acuerdo con esta pérdida de fronteras entre los géneros y discursos artísticos que han hecho patente el discurso de filiación posmoderna y que la obra de Carlos Rivera logra explicar de un modo elocuente, el conjunto de sus piezas se inclina hacia esa zona furtiva, casi de “travestismo frontal”, en la que los géneros artísticos burlan sus límites claustrofóbicos y se desmarcan de las categorías. Lo suyo no es ni pintura ni escultura. Es, más bien, una rara hibridación entre lo escultórico y lo pictórico, incluso lo propiamente arquitectónico, entran en pugna y se trascienden. No desde un enfrentamiento angular (que de hecho abunda la angularidad -y la fufa – como recurso en su obra), sino a partir de un diálogo mesurado que favorece la ilación de múltiples planos de cierta seducción retiniana.