La resurrección de Homeland

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El pasado domingo se estrenó en EE. UU. el noveno episodio de la temporada tres de Homeland. Una serie alabada en Atlas Cultural por un servidor, en la que tan sólo incluía en mi análisis las dos primeras temporadas. ¿Qué ha estado sucediendo en la tercera? Sencillamente lo que a muchas otras grandes series: el equilibrio y la constancia tan deseados no están al alcance de todos, y Homeland se encuentra ante su gran desafío.

Homeland

Como comenté en mi análisis de Masters of Sex, entre tanta proliferación de series es necesario que un proyecto nuevo marque la diferencia desde el principio, y se construya como una obra radicalmente distinta a todo lo visto anteriormente, entretenida, inteligentemente llevada, portadora de una esencia única…lo que deja el listón tan alto que lo normal es que, en cualquier momento, no se pueda superar.

Homeland llegó a las pantallas como la historia mil veces repetida pero con ese golpe de efecto que antes comentaba. Contaba lo mismo de manera diferente, y además bien contado. Era el soplo de aire fresco que revitalizó un género liderado hasta ese momento por 24. Las estrategias narrativas no se apoyaban en la sucia táctica de poner puntos suspensivos al final de cada episodio. Un capítulo era un pequeño granito de arena que se sumaba a la gran obra. Los finales de temporada conjugaban la resolución de algunas líneas argumentales y la suspensión de la historia principal, tras una exquisita y elegante explosión (narrativa) final.

Pero llegó la tercera temporada. En las entrevistas previas que concedieron los responsables de la serie dejaban caer que había vida en Homeland más allá de la relación (LA RELACIÓN) entre Brody y Carrie, que la serie podía crecer fuera de los brazos de los dos protagonistas. La tercera temporada, pues, sería la encargada de asentar en la verdad dicha afirmación. Mi respuesta, y la de cualquiera que haya seguido la serie hasta este instante, es clara: no. No es que no haya vida más allá de Carrie y Brody, simplemente es que no interesa. Como no es lo mismo The Sopranos sin Tony ni Mad Men sin Don Draper.

Episodio 9

La cuestión, a mi juicio, no es si la trama puede construirse fuera de la fuerza centrípeta que proyectan los dos protagonistas sobre la serie, adquiriendo casi por completo el foco de atención de lo que sucede ante nuestros ojos. Como comentaba antes, no se concibe The Sopranos sin la figura de Tony, pero la diferencia que tiene la obra maestra de David Chase (y Mad Men, por volver a los dos ejemplos comentados) con respecto a la obra de Showtime es que, en la primera, la serie no se te cae fuera de la magnética presencia del jefe de la famosa familia mafiosa. Los personajes colindantes a Tony están construidos bajo la medida exacta, ni más ni menos, y por eso la serie se erige como la reina de las series corales.

¿Y en Homeland? A diferencia de las dos primeras temporadas, en la tercera se le ha otorgado un porcentaje de participación excesivo a los personajes que orbitan alrededor de Carrie y Brody. Se ha pasado de 0 a 100. Saul Berenson, Peter Quinn, Dana Brody e incluso Mira Berenson adquieren en esta tercera temporada un inusitado e inédito protagonismo, y cargan sobre sus espaldas un peso que no les corresponde llevar. Y no les corresponde a ellos llevar dicho peso, porque durante dos temporadas nos han regalado una de las mejores e inolvidables relaciones entre personajes. Porque durante estas dos temporadas nos han hecho pensar y repensar sobre los secretos que escondían Carrie y Brody. Y porque sencillamente nos llevaron a la cabaña de Carrie y allí desplegaron toda su artillería argumentativa y nos convencieron de todo lo que querían convencernos. Allí nos hicimos adictos a Homeland.

Homeland Bosque

La esencia de Homeland, quieran o no sus responsables, vive en Carrie y en Brody. Los demás personajes siempre serán (grandes) acompañantes de los dos protagonistas. Endulzarán la trama, pero nunca podrán tirar ellos solos del carro que hace avanzar la historia. Y esto último es lo que ha estado pasando en la tercera temporada. Con Carrie y Brody fuera de sus espacios naturales, los personajes construidos como secundarios pasaron a convertirse en principales. Y la cabaña iba quedando cada vez más lejos.

Pero para nuestra dicha nos llegó el noveno episodio. El episodio octavo ya adelantaba un giro, pero lo hacía con la poco elegante estrategia de dejarte con la miel en los labios, prometiéndote que dicha miel te la darían en una semana. Lo dicho: poco elegante. La frescura, un ritmo frenético y los endiablados giros argumentales, entre otras cosas, habían alzado a Homeland como una de las mejores series de estos últimos años. En el último episodio es donde todo esto parece despertar de un largo letargo. Pero, sobre todo, lo que ha conseguido este nuevo episodio es que nos volvamos a rendir a los pies de Carrie y Brody.

Ahora sí: nos intentamos acomodar de nuevo en nuestros asientos, desempolvamos nuestras capacidades detectivescas y nos volvemos a morder las uñas, que nos habían crecido demasiado en esta nueva temporada. Homeland ha vuelto. La cabaña se avista a lo lejos.

Archivado en Carrie Mathison, David Chase, Homeland, Los Soprano, Mad Men, Nicholas Brody, Showtime
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